La celebración del Dia de Balears en Formentera tuvo ayer un significado histórico, existía por fin un Consell de Formentera, propio, sin dependencias de Eivissa y con total capacidad de autogobierno y en este mismo sentido, se notaba que si se ha dado un paso decisivo hacia el futuro, tampoco se ha olvidado el pasado y así en la tradicional demostración de ball pagés en la que participaban integrantes de las diversas 'colles' de la isla, eran varios los chicos y chicas que se estrenaban en la materia.

Por ello fueron más que ovacionados por los familiares y también por los turistas que se congregaron en la plaza de la Constitución que sin saber la importancia histórica del día, sí apreciaron los esfuerzos de los jóvenes que han de tomar el relevo generacional en la pervivencia de la historia, la cultura, la tradición y los usos sociales de la isla. Y ahí estaban dando constancia de ello la vicepresidenta del Consell y responsable de Cultura y Patrimonio, Sònia Cardona, o la consellera de Serveis Socials, Margalida Font, que no dudó en ponerse tras la mesa oficial del Consell como primera institución de la isla para ofrecer y servir bebidas típicas a los visitantes.

Entre los debutantes había un garrit que más que bailar saltaba de forma compulsiva -la edad no conoce de agotamientos- bajo las apenas contenidas risas de su pareja de baile, mientras que posteriormente Maria, una joven ataviada con el tradicional traje de pagesa, parecía diluirse entre las dos balladores que la acompañaban, pero pese a ello no perdió la compostura, siguió adecuadamente los pasos y recibió la ovación que se merecía por su empeño.

Los visitantes no pararon de fotografiar la demostración que se prolongó casi una hora y disfrutaron del convite tradicional que incluía, buñuelos, orelletes y vi pagés, de la misma manera que con anterioridad siguieron con atención la espectacular demostración de doma menorquina ejecutada por Vicent des Boixets y su mujer; si bien en Formentera ya es algo casi cotidiano, una o dos veces al año se realizan estas exhibiciones, para los visitantes era una situación inesperada y cámaras de vídeo o fotográficas quedaban exhaustas ante los disparos de sus propietarios. lGuillermo Romaní