Sería muy interesante que la gente joven aprendiera estas labores tradicionales para que no se perdieran. Lo que pasa es que se necesita tiempo y el ritmo del día a día es muy rápido», explica Angelines Jiménez, una artesana que enseña encaje de bolillos, entre otras labores tradicionales, desde hace más de 12 años, cuando empezó con un taller al que en la actualidad acuden unas 15 mujeres. «Hubo un tiempo, hace más de 12 años, que muchas personas se acercaban a la mercería preguntando dónde podían apuntarse a encaje de bolillos. Mi hija me animó a dar las clases», cuenta Angelines, quien aprendió a tejer con bolillos cuando era muy pequeña. «Gracias a mi tía», recuerda.

Con el paso de los años, estas clases en el taller de la calle Aragón de Eivissa se han consolidado con a incorporación de la enseñanza de otras labores tradicionales, como el ganchillo, el bordado mallorquín o los cuadros tapizados y bordados con lana.

«Me da miedo aprender porque sé que es difícil y me han dicho que se necesita mucha paciencia; yo soy muy nerviosa», afirma Ana Marín, una mujer que acude todos los viernes a este taller de 17'30 a 20'00 horas. Por el momento, Ana borda un mantel, pero asegura que dentro de poco se atreverá con los bolillos. «Es complicado al principio, pero cuando lo entienden les gusta y se lo pasan muy bien», explica la profesora.

En el encaje de bolillos hay tanta variedad de puntos como posibilidades de creación: «Está el tochón, el punto de duquesa, de clavo y el punto de la bruja, entre otros. Con el encaje de bolillos podemos hacer de todo, desde caminos para la mesa, mantelería de todo tipo, cojines, ropa, sombreros y hasta cuadros. En definitiva, podemos hacer de todo», cuenta Angelines. «Yo hacía encaje de bolillos cuando estaba soltera; luego lo dejé y ahora que me he jubilado lo he retomado», explica María Amorós, para quien esta modalidad no resulta complicada: «En realidad hay muchos puntos nuevos que tengo que aprender porque ha evolucionado mucho». Y añade: «Es relajante cuando sabes hacerlo y te sale el diseño, porque recuerdo que cuando empecé el abanico tuve que dejarlo pasado un tiempo porque no sabía continuar; me pasé noches sin dormir». Durante estas semanas, María está aprendiendo nuevos puntos sobre plantillas para poder seguir con ese abanico que por el momento se le resiste.

Sobre si el encaje de bolillos es una labor difícil, la profesora cree que cuando se empieza puede parecer muy complicado, pero no lo es: «Se trata de saber clavar los alfileres en el sitio correcto de la plantilla pegada al cojín e ir combinando los bolillos. Se necesita mucha paciencia porque es un trabajo laborioso, pero muy satisfactorio». ¿También económicamente? «Lo que hacemos aquí no lo vendemos porque nos cuesta mucho tiempo y esfuerzo que no se puede comprar con dinero».

Los bordados
«Me apunté en octubre del año pasado y desde entonces no he faltado ni un miércoles, porque una vez empiezas es un vicio; no puedes parar. En casa también lo trabajo cuando tengo tiempo. La gente que ha hecho punto de cruz lo tiene más fácil porque ya sabe manejar las direcciones, pero si no es así te cuesta un poco; me lo paso muy bien», explica Fátima Francisco, una alumna de que acude a las clases de bordado de cuadros con lana de colores. En la actualidad Fátima se decanta por hacer cuadros pequeños: «Hasta el momento los había hecho todos grandes y ahora quiero cambiar un poco».

La profesora de esta especialidad, Enedina Morera, afirma que estas clases son como una terapia para las alumnas y para ella: «Aquí conversamos de nuestras cosas, venimos a pasar un buen rato y de paso ejercemos labores artesanales, que son muy importantes». Enedina proporciona una tela pintada con diferentes diseños a sus alumnas, quienes siguen el dibujo bordando con diferentes telas de colores: «También solemos hacer cuadros mitad tapizados, mitad bordados; es mucho trabajo, pero quedan muy bonitos». l María José Real