CONCHA ALCÀNTARA Jordi Suñer, de 10 años, es uno de los 24 niños invidentes que atiende la Fundación Once en Eivissa. Jordi, que se quedó ciego a los tres años, va en bici, hace kárate y estudia quinto de primaria en el colegio Can Bonet de Sant Antoni. La ceguera que padece no le impide estar integrado en el colegio. «Nuca le he visto mal o triste», dice Angels Martínez, la profesora de la Fundación Once que se desplaza al colegio para hacer el seguimiento de Jordi.

Además de Angels, la Once cuenta otra profesora permanente en Eivissa, Soledad, para atender a los niños. Ambas acuden a 15 centros educativos en los que atienden a los 24 niños invidentes o con deficiencias visuales. Angels va a Can Bonet dos veces a la semana para ver a a Jordi aunque con adolescentes más autónomos van sólo una vez al trimestre. Angels es maestra de educación especial y asesora a profesores y familias haciendo un seguimiento de cada alumno de enseñanza reglada, una iniciativa de la Fundación Once en colaboración con la Conselleria d'Educació. El objetivo es que los niños escolarizados ciegos o con deficiencias tengan la máxima autonomía: «Nuestro objetivo es que no nos necesiten, que sean tan autónomos que lleguemos a ser prescindibles».

Jordi ha empezado a dar clases de informática y está aprendiendo a manejar el teclado. «Antes era en el instituto cuando los chavales manejaban la informática pero hoy en día hay ordenadores ya en las escuelas», explica Angels. Hace dos años se puso en marcha un programa de ordenador con voz para que Jordi lo pueda manejar. Los niños empiezan con el sistema Braille para después empezar a manejar los sistemas tecnológicos adaptados. El delegado de la Once en Eivissa, Mariano Torres, que se quedó ciego ya en edad adulta, reconoce que tuvo dificultad para aprender el Braille a los 30 años. «De pequeño tu modo natural de leer es el Braille pero los que lo hemos aprendido de mayores nos cuesta más», precisa.

En un mundo en el que predomina la imagen visual con los niños ciegos se trabaja lo multisensorial, incentivando los cuatro sentidos. «El trabajo lo hace la escuela, nosotros ayudamos y asesoramos», apunta Angels. Para Can Bonet no ha sido fácil atender a un niño, el primero de estas características que ha pasado por el centro. «Para el colegio ha sido un gran esfuerzo porque nunca hemos tenido un alumno así en la historia del colegio. Hemos aprendido con él», dice Lourdes Juan, la profesora. De Jordi hablan maravillas. «Es un niño estupendo. Tiene mucha voluntad y se esfuerza mucho», dice Maria Riera, la jefa de estudios de Can Bonet. A los profesores les enseñaron el sistema Braille'n Speak, un ordenador personal que se puede conectar a otros dispositivos como impresoras, y facilita la integración para los niños.

Más recursos
No obstante, el colegio necesita más profesores especialistas en Pedagogía Terapéutica y Atención a la Diversidad. Angels reconoce que en algunos colegios faltan recursos «pero a veces influye cómo nos organizamos porque hay recursos, como las pizarras digitales, pero se necesita que se formen a los profesores».

Eivissa no cuenta con centros específicos para atender a niños ciegos, pero para Angels «es una ventaja porque todos los chavales tienen que estar en la escuela ordinaria ya que en la sociedad estarán todos juntos». Mariano Torres defiende también una educación integrada: «Un ciego entre ciegos está entre los suyos y es muy normal pero a la hora de relacionarse con los no ciegos tiene muchas dificultades». Angels incide que en el caso de Jordi se ha llegado a una normalización del trato con sus compañeros «que se ha llegado con un trabajo y un apoyo a la escuela y a la familia».

El patio es el barómetro para saber el grado de integración. Jordi, con un amigo de guía al que coge del codo, corre, juega, se divierte como los demás y se prepara para el futuro.