Con una vuelta a medianoche por la zona de bares de es Pratet ya se podía intuir que la noche de carnaval sería larga y, sobre todo, divertida. Muchos locales de música celebraron sus propios concursos de disfraces, pero donde realmente estaba el desfile de los mejores trajes de la noche era en las calles de la ciudad y en algunos de los bares de copas más transitados durante el fin de semana. El enjambre de abejitas de Àlvaro Robles endulzó la noche, pues repartían pequeñas cucharadas de miel a sus amigos y conocidos: «Realmente la idea se le ocurrió a Rocío; siempre nos disfrazamos en grupo». Como cada año, los trajes más habituales fueron los de policía y enfermera, en versiones masculina y femenina. Algunos de los atuendos que más risas arrancaron a los jóvenes que suelen salir de fiesta por los locales de es Pratet y Platja d'en Bossa fueron el de un simpático Torrente que cortejaba sin tapujos a las sugerentes enfermeras y policías que se cruzaban en su camino, eso sí, acompañado siempre de su bien dotado compañero el torero. Otros disfraces que encandilaron por su originalidad fueron el de 11888, que iba con un teléfono en el bolsillo para hacer más fácil la solicitud de información, y unos grandiosos luchadores de sumo. Algunos agentes de seguridad privados de los diferentes locales también quisieron unirse al desvarío de disfraces con atuendos tan imponentes como el de guardia civil e incluso un enorme gorila. l María José Real