La fiesta de fin de curso que ayer se celebró en Sa Graduada tuvo un matiz muy diferente a las de los últimos años. Por lo menos en el ánimo de los padres y profesores, que se debatían entre la tristeza contenida y la alegría de ver a los niños actuar en el escenario.

Las posibilidades del traslado del centro a unas instalaciones edificadas en Sa Colomina es inminente, y no es precisamente el deseo de l'APA (Asociación de Padres y Madres), que se ha negado a esta posibilidad desde que se planteara en el proyecto municipal de remodelación de la ciudad, Eivissa Centre. Aún así, todo apunta a que la fiesta de ayer podría ser la última que padres, alumnos y profesores celebren en este antiguo colegio ubicado en el corazón de la ciudad, que el año pasado cumplió su 75º aniversario. «Es una fiesta muy especial porque a lo mejor es la última después de tanta lucha. Por eso estamos muy afectados», aseguró la presidenta de l'APA, Àngeles García Ortiz, casi con lágrimas en los ojos. «Han sido tres o cuatro años de lucha, que a mi me parecieron como diez. Pero no es algo sentimental, es algo práctico. En el otro colegio perdemos en aulas y perdemos en espacio. No es un colegio mejor, que se lo den a otras familias que también lo necesitan porque hacen falta plazas, y que a nosotros nos dejen aquí como estamos, con alguna ayuda para arreglar el centro», agregó García.

La fiesta fue multitudinaria desde que comenzó a las 12,00 horas con una paella para 150 personas. Una jornada que continuó con deporte y manualidades para los alumnos; una exposición de dibujos y las actuaciones que, por la tarde, centraron todos los aplausos y los objetivos de las cámaras de los papis, apostados frente al escenario para quedarse con el recuerdo.

Sin embargo, del traslado, la asociación de padres aún no tiene nada confirmado. «Igual nos dan una alegría y nos dejan quedarnos», concluyó García, sin perder lo último que se pierde en estos casos: la esperanza.

Luciana Aversa