El hipódromo de Sant Jordi se convierte todos los sábados en un espectáculo para la vista y una tentación para el bolsillo, un espacio que pese a su enorme crecimiento y la incorporación de nuevos géneros conserva aún intacta la esencia y el encanto que le vio nacer hace más de doce años cuando un francés emprendedor, llamando Bernard Clavier, aunó a varios artesanos de la isla a reunirse, en este recinto. Desde entonces ha pasado ya mucho tiempo y los 20 puestos iniciales se han convertido en pequeñas callejuelas que albergan más de 150 paradas. En ellas, el visitante puede encontrar: ropa nueva o de segunda mano, novelas redactadas en todos los idiomas, cds de música, aparatos electrónicos, zapatos, plantas, relojes, juguetes, joyería y artículos del hogar, así como productos textiles con objetivos benéficos, como los que pone a la venta la ONG Remar.
La tentación de las oportunidades
El tradicional mercadillo de Sant Jordi ofrece cada sábado todo un recorrido de variedades y sugerentes artículos con precios al alcance de cualquier visitante
04/03/07 0:00
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