La cosecha del 2005 fue una de las mejores que se recuerdan, y
eso, en las vides familiares del campo ibicenco, es algo más que un
motivo para brindar.
Ese zumo de uva sin aditivos ni conservantes, conocido
popularmente como vi pagès, se renueva cada septiembre de vendimia
como un conocimiento que se transmite de padres a hijos y como una
afición que no cruza la barrera empresarial porque se prefiere
donde está, en la mesa de cada casa. Una tradicional relación que
se establece entre las familias y que termina extendiéndose también
a los vecinos y amigos cuando adquieren kilos y kilos de uva de
aquel que tiene la vid, para elaborar ellos también su propio caldo
artesanal.
Buen ejemplo de esta tradición es Toni Guasch Tur, de Santa
Gertrudis, que, como cada año, ha elaborado su vino payés y
compartido la uva que crece en su campo con los vecinos.
Su parra tiene una antigüedad de 45 años y una producción de
2.000 kilogramos de uva, con la que ha logrado un vino dulce y
afrutado que ha ganado el premio especial del II Concurso de vi
pagès de Santa Eulària, una propuesta de la casa Enotecum que
intenta incentivar esta tradición entre los jóvenes ibicencos así
como premiar a los ya experimentados en la materia. «Si la parra es
vieja siempre vas a hacer mejor vino que con una parra joven. Éste
es el secreto que trae la parra», explicó este viticultor que
aseguró tener la vid más antigua de la isla. «Para hacerlo he
cortado las mejores uvas y las he dejado secar al sol unos 15 o 20
días. De esta forma se corta la fermentación, la uva se deshidrata
y queda cargada de azúcares», señaló Toni, cuyo vino alcanzó esta
vez los 17 grados de concentración el acohol.
Menos maduro en esto de elaborar su propio vi pero aún así
reconocido con el segundo premio del concurso por su vino tinto,
Joan Bonet Ribas, también de Santa Gertrudis, destacó la
importancia que tienen ésta clase de certámenes: «Fue una sorpresa
lo del premio y una alegría a la vez. Me parece muy bien que se
ayude a mantener las tradiciones que se transmiten de padres a
hijos». A diferencia de Toni, Joan se decanta por buscar
información en los libros y en las gentes con experiencia para
aunar de esta forma «la tradición con la modernidad», al utilizar
también nuevos utensillos de elaboración. Por ello, en su casa de
Can Frerate, hizo esta vez 400 litros de vino de uva Monastrell que
deposita en un bidón 'siempre lleno', que, cerrado al vacío, impide
que su caldo tenga contacto alguno con el aire. La vendimia la hizo
en Sant Miquel, en la casa de su suegro, y aseguró haber logrado un
vino «joven y que se puede beber de inmediato»: «Esta clase de vino
siempre es para beber en el año porque la variedad de uva que hay
en la isla es la Monastrell, muy delicada y difícil de conservar» ,
agregó Joan.
.A.
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