El artista y académico de Bellas Artes Joan Hernández Pijuan, considerado como uno de los creadores más sólidos del arte contemporáneo español, falleció ayer a los 74 años en su casa de Barcelona tras una larga enfermedad. La capilla ardiente fue instalada ayer el Tanatorio de Las Corts donde hoy (15 horas) se celebrará una ceremonia laica durante la cual serán incinerados sus restos mortales. Posteriormente sus cenizas serán depositadas en la finca que la familia tiene en Folquer (Lleida).

El pasado octubre Hernández Pijuan recibió el Premio Nacional de Arte Gráfico en reconocimiento a su trayectoria, al considerar el jurado su dedicación continuada al arte gráfico desde el cultivo de sus diferentes modalidades. Según indicaron las fuentes familiares, el artista, al que le había hecho «muchísima ilusión este premio», había seleccionado algunos de los grabados que formaran parte de la exposición que se inaugurará el próximo 19 de enero en Calcografía Nacional con motivo de la concesión del galardón.

Hernández Pijuan, nacido en Barcelona en 1931, encarnaba la figura del artista-profesor que combinaba la creación con la docencia, a la que accedió en plena madurez cuando tenía una reconocida producción y una carrera bien asentada, y que le ha llevado a ocupar el puesto de Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. Premio Nacional de Artes Plásticas en 1981, fue elegido en mayo de 1997 académico de Bellas Artes, para ocupar el sillón que dejó vacante Hipólito Hidalgo de Caviedes, y que no pudo ocupar por su prematura muerte Gerardo Rueda. El artista, que nunca quiso incluirse en una tendencia concreta, rechazó el que se le definiera como un pintor abstracto al considerar que parte siempre de la realidad; «tengo que tocar con los pies el suelo para hacer lo que pretendo hacer», afirmaba.

Hernández Pijuan cursó estudios en la Lonja, escuela de artes y oficios de Barcelona y en la escuela de Bellas Artes de Sant Jordi y en 1953 participó por primera vez en una exposición colectiva en la que mostró unas obras de estilo expresionista y resonancia existencial. En 1955 celebró su primera exposición individual en el Museo Municipal de Mataró y un año más tarde fundó el «Grupo Sile», en un momento en que esquematizó su expresionismo, comenzó a manifestar una preocupación por los volúmenes, un gusto por la sobriedad y una clara intención de ordenar los elementos. Tras una estancia en París en 1957 inició un nuevo estilo de pintura de acción de contrastes y explosiones violentas.