El iibicenco Nicolás Serra, que ha decidido instalarse en Yanui, junto a una familia a la que ha ayudado a reconstruir su hogar.

Hoy 26 de diciembre se cumple el primer aniversario de una de las mayores catástrofes naturales de la historia. El maremoto tsunami azotó al sudeste asiático sembrando la muerte y la destrucción en Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia.

Alrededor de 232.000 personas perdieron la vida, y entre ellas, el empresario náutico de Santa Eulària Manuel Vila Peris, que se encontraba de vacaciones en Tailandia con su mujer y su hija.

Por estos días, en Phuket, una de las zonas más afectadas, los tailandeses sólo hablan del tema si algún turista les pregunta porque quieren borrar de su memoria la tragedia que les sumió en un año de desesperanza, tristeza y reconstrucción. Allí también está el último centro de identificación de cadáveres de este país, ubicado en el norte de la isla, y donde aún quedan 800 cuerpos sin identificar. Forenses de Europa y Asia continúan trabajando en el centro, en una labor que interrumpirán hasta después del 26, el día que millones de personas en todo el mundo recordarán como el peor de sus vidas.

Dentro de la otra ola que llegó después de la tragedia, una ola de solidaridad mundial, dos ibicencos vivieron muy de cerca las consecuencias del tsunami. Llegaron por dos caminos diferentes e incluso trabajaron juntos en proyectos de reconstrucción y búsqueda, pero al final, cada uno siguió su camino. Nicolás Serra Walker decidió instalarse en Phuket, donde llevó a buen puerto un proyecto de reconstrucción de viviendas para cinco familias, mientras que el otro ibicenco, Javier Sánchez, se reincorporó a su vida en Sant Antoni tras unirse al trabajo que la ONG 'Voluntarios sin fronteras de Calvià' realizó en las islas Phi Phi, durante los meses de enero y febrero, con el fin de reflotar embarcaciones, llevar medicamentos y tratar aguas contaminadas para prevenir infecciones. Ahora ambos miran el pasado y el presente, y explican qué sentirán cuando llegue el aniversario de la catástrofe.

«Los primeros meses hubo un par de alarmas y se temía que volviera a ocurrir, pero aquí y ahora, hay una sensación de que hasta dentro de 200 o 300 años, posiblemente, no vuelva a pasar. Hay un poco de miedo aún al agua, pero la gente ni siquiera habla sobre el tema», explica Nicolás acerca del ambiente que en la actualidad se respira en su nuevo lugar de residencia. «Todo ha sido más rápido de lo esperado y las zonas turísticas están incluso mejor de como estaban antes. Hace un par de meses hubo una pequeña afluencia de turistas y, ahora, para el mes de diciembre, hay muy buenas expectativas».

L.A.