Desbordaron de emoción desde que llegaron y algunos lo
calificaron como el viaje de su vida. Un nuevo grupo de
descendientes de emigrantes ibicencos, que ahora son argentinos y
cubanos, visitan estos días por primera vez la tierra de sus
padres.
Las cubanas de la Habanna Nanci Prats y Elía Ribas Martínez, y
los argentinos de la provincia de Santa Fé Antonio Torres, José
Luis Torres y Vicente Escandell y su esposa, llegaron el pasado
sábado de Mallorca, después de pasar allí unos días, y desde
entonces, sólo se han movido por la isla junto a su familia. No
faltaron lágrimas de alegría, recuerdos y nuevas anécdotas que
entre primos y tíos han vivido en este reencuentro, que vuelve a
tener historias de separaciones y nuevas vidas, detrás de cada
ellos.
Por una parte, el santafecino Antonio Torres se ha ganado en
este viaje el apodo de Juan Pablo II porque no ha podido evitar
arrodillarse y besar suelo ibicenco cuando bajó del avión. Torres
se fue de aquí con su familia cuando tenía seis meses de edad, y
según aseguró, lo hizo en el último barco italiano que pudo pasar
por Barcelona en el año 1936: «Y después de 70 años volví y me
encontré a dos flores que son mis primas».
Elía, por su parte, dijo que también tenía pensado besar el
suelo pero que de «la emoción» se olvidó, y destacó la visita que
hizo al lugar donde pescaba su padre cuando era adolescente junto a
toda su familia: «Eran todos pescadores», explicó esta cubana, cuyo
padre dejó la isla cuando tenía 22 años.
«Yo añoraba este viaje», agregó Nanci Prats, a quien sorprendió
la actividad que aquí tienen las personas de la tercera edad: «La
familia que he encontrado es estupenda. Y es una cosa tan linda
cómo se divierten los de la tercera edad. Eso allí no hay», se
lamentó.
Recuerdos y pareceres, que por la emoción a duras penas pudieron
salir de la boca de José Luis Torres, que a sus 39 años ya tiene
siete hijos y dos nietos, y que también ha nacido en argentina y
ahora visita la isla por primera vez.
Pero no todo fue emoción y alegría, ya que la terrible noticia
del fallecimiento del hermano de Vicente Planells hizo que este
tampoco pudiera articular palabra. El destino y sus paradojas
hicieron que aquél que lo cuidó como si fuera su padre, desde que
jóvenes los dos partieron rumbo a Argentina, se fuera justo cuando
Vicente visitaba por primera vez la tierra de su familia. Ahora,
arropado por sus familiares ibicencos, recuerda que su hermano
también pudo volver a Eivissa hace tres años.
L.Aversa
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