Hace 22 años, el canadiense Yves Gélinas llevó a buen puerto su obra maestra: dar la vuelta al mundo en su velero de 9 metros, «Jean Du-Sur», y registrar su viaje con tres cámaras de 16 milímetros a a bordo. Fueron 282 días de navegación, 28.000 millas navegadas, y la prueba de que su sistema de timón de viento funciona. Estos días, Yves Gélinas está en Eivissa a bordo del mismo velero con el que recorrió todos los océanos del planeta para llegar a Québec (Canadá), en un desafío sin paradas, sin puertos donde descansar y con la sola fuerza del viento como motor. «Estaba en Francia, en Saint Maló, con mi barco y quería volver a Québec. Y pensé que en vez de cruzar el Atlántico en 13 días, de forma directa, podía hacerlo por el otro lado. Giré a babor (izquierda) y di la vuelta al mundo», aseguró el navegante, que no zarpó sin antes encontrar spónsors para su viaje, una productora con la que llevar adelante este proyecto que hoy se puede conseguir en DVD bajo el título de 'Jean-Du-Sud, autour du monde', un film premiado en siete festivales internacionales de cine.

«Fue un viaje de placer, no lo hice porque necesitaba irme y explotar en medio del mar, no, estaba feliz de hacerlo», explicó Gélinas, cuya travesía constó de dos partes debido a que en el océano Pacífico rompió su mástil y perdió la conexión durante 8 días con su amigo de Montreal que esperaba noticias cada mañana, una situación que le llevó a las primeras páginas de los periódicos canadienses y franceses. «Bajé por todo el Atlántico, pasé por el Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica, crucé el Océano Índico, pasé entre Australia y Tasmania, y llegué al océano Pacífico donde rompí el mástil frente a las islas Chathman». Una vez allí, Gélinas voló a Montreal para vender la primera parte de la grabación y en el verano regresó, reparó su mástil y volvió a la mar. Su viaje continuó hacia el Cabo de Hornos y después subió por el Atlántico, hasta alcanzar Gaspé, en Québec, su meta. «Ahora estoy navegando alrededor de Europa y voy a un lugar diferente cada año. Navego tres meses en verano y diseño timones de viento, queson como pilotos automáticos para barcos. El timón lo he probado durante el viaje y estoy seguro que es bueno para ofrecer a los otros», aseguró Gélinas, que desde hace años deja su embarcación cada invierno en un puerto distinto para emprender una nueva travesía el siguiente verano. Este año tocó Eivissa y aquí invernará su velero modelo Alburg 30 que, según Gélinas, «es el barco más pequeño que ha dado la vuelta al mundo».

Luciana Aversa