Un lugar de vacaciones puede convertirse en tu lugar de residencia habitual durante el resto de tu vida. Lole, Antonio, Pedro, Josefa e Iarron llegaron a Eivissa en la época de los setenta y ochenta para pasar unas tranquilas vacaciones y, desde entonces, se enamoraron de la isla. Estas cinco personas trabajan en diferentes puestos de artesanía. Por un lado, Lole, Pedro y Antonio ubican sus puestos en el puerto de Eivissa durante todo el verano. Lole es de Cuenca y decidió venir a la isla de vacaciones porque en Canarias, su lugar de residencia en 1973, conoció a unos chicos que solían veranear en Eivissa. Esta mujer siempre se ha dedicado a la artesanía. «En Canarias, hacía bolsos y sandalias pero aquí sólo hago bisutería con cuero», afirma Lole. Pedro es de Montevideo (Uruguay) y llegó hace 27 años para pasar una semana de vacaciones. Antonio es un informático italiano que durante su semana de vacaciones en Eivissa se percató de que el futuro trabajo que le esperaba no se correspondía con lo que había pensado por lo que se quedó a vivir aquí y montó un puesto de artesanía en el que vende bisutería hecha por él mismo y otros objetos que compra en la India. Por otro lado, Josefa e Iarron tienen sus mesas, desde hace más de veinte años, en el mercadillo de Punta Arabí. Josefa es una argentina que vino a la isla mientras realizaba un recorrido por diferentes países. Iarron es de Israel y decidió establecer su lugar de residencia en la isla porque aquí conoció a una chica.

Trabajar vendiendo artesanía, en ocasiones, es un oficio que proporciona los ingresos necesarios para subsistir, aunque depende del material que se venda y del tipo de turismo que llegue. «Es una manera de ganarse el pan siempre y cuando aciertes con la mercancía y el turista compre», afirma Pedro. Sin embargo, no en todos los casos es así ya que, en ocasiones, hay personas que también se dedican a otros oficios en invierno. Por ejemplo, Josefa imparte clases de gimnasia, Pedro se dedica a la poda y tala de árboles e Iarron fabrica instrumentos en su taller, además de ser músico. Aunque, en invierno, no todo es trabajo ya que, por ejemplo, Antonio y Lole visitan diferentes lugares en sus viajes.

Estas personas tienen una enorme paciencia a la hora de tratar con la gente. «Estar de cara al público exige paciencia porque tratas con todo tipo de gente», cuenta Antonio y añade: «Generalmente la gente es muy amable pero también hay personas que son maleducadas». Además, se exponen a los hurtos de algunas personas. «Yo respeto las cosas de los demás por este motivo me molesta mucho que me roben», cuenta Pedro. M.J.Real