No levanta ni un metro del suelo, pero Juanjo, un niño de apenas 5 años, se las ha ingeniado para hacerse con un llamativo estuche de colores situado en una de las repletas estanterías de la librería Hipérbole. «¡Te he dicho que sueltes eso, que hoy hemos venido a comprar solamente las cosas que vienen en la lista!», exclama su madre ya con impaciencia mientras espera en la cola para pagar los libros que sujeta entre sus manos. Patalea y solloza, pero imperturbable, su madre mira hacia otro lado hasta que el pequeño se cansa. La escena se repite durante estos días varias veces en éste y otros establecimientos de la isla. Además de los manuales establecidos por los centros educativos para seguir las clases, las tiendas contienen decenas de reclamos que llaman la atención de los diminutos estudiantes. «Curso nuevo, material nuevo», sería la adaptación del refrán utilizado por los mayores a principios de enero. No todos los progenitores pueden exhibir la dureza de la madre de Juanjo y terminan cediendo a sus caprichos.

Con extras o no, lo cierto es que el inicio de curso supone un desembolso más que notable para las familias con hijos en edad escolar. Según la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes (FUCI), equipar a los niños este año costará alrededor de 800 euros, un seis por ciento más que el año anterior. No siempre es así, pues según el estudio la cantidad se sitúa entre los 600 y los 1.500 dependiendo de si se trata de colegios públicos o privados.

A pesar de que en la isla algunos ayuntamientos subvencionan el gasto en libros de texto, son muchos los que prefieren comprarlos nuevos. La avalancha de compradores es notable, y los establecimientos ya llevan varios días preparados para hacerle frente y facilitar lo máximo posible la adquisición del material. Cajas provisionales, mesas auxiliares y zonas habilitadas exclusivamente para exponer los lotes detallados en las listas que los centros han hecho llegar. Aún así y aunque las clases todavía no han empezado, las colas son inevitables, y en los locales se instalan incluso marcadores electrónicos y expendedores de tickets con número para marcar el orden como si de la charcutería se tratara.

Mientras los padres esperan para pagar, niños y preadolescentes revolotean por los pasillos en busca del objeto deseado que colarán en la cesta aprovechando la coyuntura. Bolígrafos de diseños coloristas y libretas con dibujos de moda: los de Jordi Labanda son los más demandados por ellas, mientras ellos se decantan por el del escudo de su equipo de fútbol o el del casi campeón Fernando Alonso.

Olor a cola y tinta fresca, páginas impolutas, tapas incorruptas. Forros plásticos que preservarán un material cuidado como oro en paño durante las primeras semanas y que, como los estuches, libretas y bolígrafos, se irán deteriorando por el uso y el aburrimiento para volver a ser cambiados en septiembre del año que viene con la excusa de necesitar uno nuevo para, prometerán, ser cuidados definitivamente. I.M.