Bernard Trey con sus dibujos en su departamento de es Caló des Moro.

El arquitecto francés Bernard Trey es de la clase de visitantes que nunca se va de la isla sin dejar algo. No lo hizo cuando llegó por primera vez en 1969 y no lo hace ahora, 36 años después, porque su gusto por la gente y la cultura continúa intacto. Su arma es el lápiz y su memoria, el papel. Y ya ha plasmado alrededor de 200 dibujos sobre momentos y gentes de Eivissa que el año pasado presentó en una exposición y vendió en su totalidad en la segunda noche de muestra.

«En mis dibujos siempre hay personajes porque a mí lo que me interesa es la gente, el arte de vivir y la cultura. Me interesa mucho antes que el sol y la playa», explicó Trey, que desde que pisó la isla por primera vez pasa seis meses en su apartamento de es Caló des Moro, al que llama 'El barco' porque sólo ve el mar desde sus ventales del sexto piso, intentando no preocuparse por los cambios arquitectónicos que a su alrededor se suceden, en la ciudad de Sant Antoni. «Los dibujos han cambiado a través del tiempo, posiblemente, pero si cambian los dibujos es porque cambian las vistas que me presenta la isla», señaló Trey sobre sus trabajos. «La verdad es que me doy cuenta de que no me interesa mucho la isla del turismo masificado. Veo que nunca he dibujado grupos de gente, y eso que los puedo dibujar porque el 'West End' del 'West End' está aquí», indicó por una de sus ventanas desde donde se pueden apreciar los bares 'pre-partys' de las discotecas que muchas tardes le ofrecen escenas de masificación, reuniones de moteros o los encuentros matutinos entre los que se levantan para nadar en la bahía y los que vienen de fiesta aguantando una última copa frente al mar.

Pero como arquitecto no quiere opinar sobre Eivissa porque su respeto por la isla no se lo permite: «En mi país estoy luchando contra cosas que pasan en mi ciudad, en la ciudad de Pau. Allí hablo mucho y lucho por esas cosas, pero aquí no. Leo los diarios y me entero de las cosas, pero hablar como arquitecto, no». Es por ello que este profesional retirado, que en la actualidad da clases en la Universidad de la Pau y escribe sobre urbanismo en un periódico de su ciudad, prefiere su mirada romántica sobre la isla a la crítica, la misma que plasma oficialmente para el Café del Mar desde hace muchos años y que no descarta exponer en un nueva muestra. L.A.