La hermana Flor, monja del seminario ibicenco de Es Cubells, y Cristina Escandell, una estudiante de un ciclo formativo en Eivissa, viajaron la pasada semana a Colonia (Alemania) para escuchar las palabras del actual Papa, Benedicto XVI, junto a 1.200.000 jóvenes de todo el mundo durante la Jornada Mundial de la Juventud 2005. La hermana y Cristina partieron el pasado día 15 de agosto hacia Barcelona para encontrarse allí con multitud de personas con un objetivo muy claro: escuchar las palabras que Ratzinger dirigió a los «jóvenes de todos los continentes y culturas y que, estrechamente unidos con fe en torno a sus Pastores y al Sucesor de Pedro, han hecho visible una Iglesia joven, que con imaginación y valentía quiere esculpir el rostro de una humanidad más justa y solidaria».

Las palabras del Papa emocionaron a todos los peregrinos, así como a Cristina y a la hermana Flor: «He visto como Benedicto XVI va a apoyar a los jóvenes y cómo ha hecho que «los demás sigamos la luz que el Señor nos transmite cada día», indicaba la hermana Flor. Por su parte, Cristina, que durante el viaje tuvo un pequeño percance y se torció el pie y no podía andar, se vió muy angustiada por ello: «Aún así, no perdí la esperanza y cuando vinieron los servicios sanitarios me di cuenta de que Dios está en todo. En ese momento supe que Él me ayudaría siempre en las dificultades que nos pone la vida», comentaba esta estudiante ibicenca.

Como ellas, más de un millón de personas se congregaron la pasada semana para escuchar las palabras del Papa sucesor de Juan Pablo II cuando animaba a los allí presentes y les felicitaba por su labor realizada estos días. «La preparación del acontecimiento moviliza personas, y su celebración lleva consigo una oleada de entusiasmo, que es preciso favorecer del mejor modo posible», indicaba Benedicto XVI. Había gente de todo el mundo durante el acontecimiento y todos los días llegaban de nacionalidades distintas. El viaje fue duro; muchas fueron las horas las que se pasaron las ibicencas en autobús hasta llegar a Colonia. Pero eso no les importó: «Todo esto ha valido la pena», confesaron ambas. Patricia E.