Dos días después de que entrase en funcionamiento el nuevo sistema
de acceso a Dalt Vila, vecinos y comerciantes opinan sobre esta
medida que controla el tráfico de vehículos de la zona y aumenta
las plazas de párking para los residentes.
El debate está servido: por un lado, los vecinos creen que estas
restricciones les benefician, pero la otra visión es muy diferente
porque los comerciantes y demás trabajadores se quejan de no tener
una tarjeta de acceso ya que consideran que para ellos es tan
necesaria como lo es para el que ahí reside.
No obstante, la mayoría coincide en que esta medida llega con
algún que otro mes de retraso y además, se duda mucho de la
duración que vaya a tener la caseta de control, porque como
recuerda un vecino de Dalt Vila, «el sistema de pivotes no
funcionó, sólo ocasionó muchos gastos y molestias para todos».
El sistema por bolardos que se instaló en verano del año 2000
nunca tuvo el apoyo de los vecinos, quienes tenían serias dudas
sobre la eficacia de este método, es más, a los pocos días de su
entrada en funcionamiento un coche los dejó inutilizables al pasar
por encima antes de que bajasen del todo.
La restricción del tráfico en el casco antiguo siempre ha
supuesto un enfrentamiento entre el consistorio y los residentes,
pero también es cierto que nadie queda indiferente ante la
aglomeración de vehículos que ha sufrido la zona en los últimos
años.
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