El enanito del bosque encantado se queja porque la proliferación
de estatuas provocó una fuerte reducción en sus ganancias mientras
que el genio de la lámapara reivindica que su hermano mayor, el
vikingo de barro, sea el primero en comenzar en la isla con este
trabajo.
Algunos lo hacen porque es una forma más divertida y económica
de vivir unas vacaciones en Eivissa y otros porque descubrieron que
ser estatua es también un ticket de viaje que no sólo funciona en
este destino sino también en otros lugares turísticos de Europa.
Pero lo cierto es que estos artistas callejeros, como suelen
llamarse, se han quedado duros en las esquinas más transitadas para
moverse como máquinas tragaperras ante eclink celestial que
provocan las monedas cuando caen en la gorra.
En el Portal de ses Taules los turistas son recibidos por el
joven eslovaco Michael que se convierte en genio de la lámpara
durante cinco horas después de 15 minutos de preparación entre
maquillaje y vestimenta. «Descubrí este trabajo porque vi a mi
hermano que, desde hace cuatro años que es estatua en Eivissa.
Ahora él hace de vikingo de barro y mi otro hermano hace de Robin
Hood. Y por más que no hago dinero como para hacer la temporada, es
una forma divertida de pasármelo bien y perder menos dinero en las
vacaciones», explicó Michael, que cada tarde se sienta en posición
de om a partir de las 19,00 horas bajo los uno de los arco del
Patio de Armas.
Una estatua ve a la otra, y así, por medio de la escuela de la
imitación, cada vez se van sumando más personas a esta estática
labor que incluye también posar junto a los turistas y pasar a
formar parte de sus recuerdos en instantáneas.
El francés Françoise, que a partir de las 20,00 horas es el
duende del bosque y vecino de Michael bajo los arcos del rastrillo,
calcula una ganancia de 30 euros en sus cinco horas como estatuas.
Una cantidad de dinero que ve reducida debido a la amplia oferta de
estatuas de este verano 2005.¿Y tú como comenzaste con este
trabajo?: «Cuando vi a otra persona haciendo de estatua»,
respondió.
Así está también el grupo reunido frente al monumento al
Corsario, formado por dos cowboys, amigos rumanos, que aseguran
viajar por toda Europa gracias a este trabajo. «Vamos por las
ramblas de Barcelona, por Roma y Valencia. La verdad es que se
puede ir como una estatua por allí donde haya turismo», explicó
Petreion, que junto a su compañero, Rosumariano, practica yoga
desde hace seis años. «Es para aguantar las horas y el calor con
control mental y psicológico». Terry, que a veces es un demonio y
otras una estatua del amor, se calificó como una estatua
profesional: «Vivo en Palma y hago fiestas para niños, y todos los
veranos vengo a Eivissa a ver amigos y a trabajar. Pero me iré la
semana que viene porque está muy mal; lo que allí hago en dos horas
aquí tengo que hacerlo en 12», señaló Terry, que suele gruñir a los
que le fotografían sin propina.
Del castillo al puerto y de allí a cualquier esquina o calle lo
suficientemente transitada, las estatuas se mueven en busca de
turistas a los que sorprender con su imagen.
Música y saxo
Otra historia de vivir de la gorra es la que comparte el cuarteto
de música formado el francés Gee, el ibicenco Juan, por otro Juan
pero madrileño y por Oli, que es mallorquín. Los cuatro se
conocieron hace una semana allí mismo donde ahora tocan todas las
noches como si fueran compañeros desde hace tiempo. Una banda
improvisada que contribuye al ambiente bohemio que los turistas
también esperan respirar en Eivissa.
Luciana Aversa
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