El Museu Arqueològic de Evissa empezó ayer lunes unas jornadas
que pretenden acercar el mundo de la arqueología a los niños y
adolescentes con edades comprendidas entre los ocho y los catorce
años. Esta iniciativa parte de la Asociación de Amigos del Museu
Arqueològic, en colaboración con el susodicho museo, y se celebra
desde hace cinco años. La propuesta durará lo que resta de este mes
y todo el mes de agosto.
Carmen Mezquida y Salvador Boigues son los monitores que se
encargan de conducir a los niños por los abruptos e interesantes
caminos del mundo arqueológico. Las actividades realizadas, según
cuentan los monitores, abarcan excavaciones, excursiones a la
necrópolis para que los niños conozcan con exactitud lo que
excavarán, manualidades con barro y escayola (collares, vasijas
romanas, placas en donde grabarán su nombre) y hacer pan a la
antigua usanza: moliendo el trigo y cociéndolo en un horno de
piedra. Las excavaciones se realizan en una estructura de madera
llena de arena, semejante a una piscina, que se sitúa fuera del
museo. En años anteriores, estas excavaciones se llevaban a cabo en
el hipogeo (las entradas de las tumbas) pero este año el museo se
encuentra en obras por lo que se ha modificado la ubicación
original. En el fondo de esa piscina de arena se esconden diversos
objetos que representan la antigüedad, por ejemplo, huesos,
jarrones y calaveras. La actividad preferida de los niños es la
visita a la necrópolis porque, según cuenta Carmen: «Se ponen el
casco con la linterna y eso les encanta». Los niños que acuden a
esta cita muestran una actitud receptiva y no suelen crear muchos
problemas: «Son muy buenos, se han portado siempre muy bien»,
afirma Salvador. Carmen cuenta como anécdota que durante la jornada
de ayer el tiempo previsto para tomar del desayuno era de veinte
minutos a partir de las 11:00 pero los niños a las 11:05 ya querían
empezar a excavar: «Estaban ansiosos por empezar a hacer cosas».
Muchos de estos niños repiten año tras año, como en el caso de
Carlos Rosselló. Este niño tiene diez años y este es el quinto
verano consecutivo que viene a disfrutar de las jornadas
arqueológicas que organiza el museo. Para Carlos: «Estos días son
un pasatiempo y me sirven para conocer más a los antepasados»,
además, asegura que se lo pasa mejor que en la playa y que ya
conoce a más de la mitad de los niños. Carlos dice que es una
experiencia interesante y muy enriquecedora porque aprende muchas
cosas por sí mismo.
Carmen y Salvador resaltan que la experimentación propia que
desarrollan los niños mediante las actividades es un manera
didáctica de aprendizaje de los conceptos pertenecientes al pasado
y que, al mismo tiempo, forman parte de la cultura general. La
propuesta con el paso de los años ha ido gestando una muy buena
acogida entre padres e hijos porque es una alternativa al sol y
playa del verano. Esta buena aceptación del público puede verse en
la ampliación de grupos: en ediciones anteriores sólo había diez
niños y este año la suma asciende a veinte. Los monitores
consideran que es una actividad acertada y que seguramente tendrá
un futuro espléndido durante los próximos años.
Mª José Real
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