Los niños en la piscina de arena disfrutan con las excavacionesFotos: CRISTINA CUEVAS

El Museu Arqueològic de Evissa empezó ayer lunes unas jornadas que pretenden acercar el mundo de la arqueología a los niños y adolescentes con edades comprendidas entre los ocho y los catorce años. Esta iniciativa parte de la Asociación de Amigos del Museu Arqueològic, en colaboración con el susodicho museo, y se celebra desde hace cinco años. La propuesta durará lo que resta de este mes y todo el mes de agosto.

Carmen Mezquida y Salvador Boigues son los monitores que se encargan de conducir a los niños por los abruptos e interesantes caminos del mundo arqueológico. Las actividades realizadas, según cuentan los monitores, abarcan excavaciones, excursiones a la necrópolis para que los niños conozcan con exactitud lo que excavarán, manualidades con barro y escayola (collares, vasijas romanas, placas en donde grabarán su nombre) y hacer pan a la antigua usanza: moliendo el trigo y cociéndolo en un horno de piedra. Las excavaciones se realizan en una estructura de madera llena de arena, semejante a una piscina, que se sitúa fuera del museo. En años anteriores, estas excavaciones se llevaban a cabo en el hipogeo (las entradas de las tumbas) pero este año el museo se encuentra en obras por lo que se ha modificado la ubicación original. En el fondo de esa piscina de arena se esconden diversos objetos que representan la antigüedad, por ejemplo, huesos, jarrones y calaveras. La actividad preferida de los niños es la visita a la necrópolis porque, según cuenta Carmen: «Se ponen el casco con la linterna y eso les encanta». Los niños que acuden a esta cita muestran una actitud receptiva y no suelen crear muchos problemas: «Son muy buenos, se han portado siempre muy bien», afirma Salvador. Carmen cuenta como anécdota que durante la jornada de ayer el tiempo previsto para tomar del desayuno era de veinte minutos a partir de las 11:00 pero los niños a las 11:05 ya querían empezar a excavar: «Estaban ansiosos por empezar a hacer cosas». Muchos de estos niños repiten año tras año, como en el caso de Carlos Rosselló. Este niño tiene diez años y este es el quinto verano consecutivo que viene a disfrutar de las jornadas arqueológicas que organiza el museo. Para Carlos: «Estos días son un pasatiempo y me sirven para conocer más a los antepasados», además, asegura que se lo pasa mejor que en la playa y que ya conoce a más de la mitad de los niños. Carlos dice que es una experiencia interesante y muy enriquecedora porque aprende muchas cosas por sí mismo.

Carmen y Salvador resaltan que la experimentación propia que desarrollan los niños mediante las actividades es un manera didáctica de aprendizaje de los conceptos pertenecientes al pasado y que, al mismo tiempo, forman parte de la cultura general. La propuesta con el paso de los años ha ido gestando una muy buena acogida entre padres e hijos porque es una alternativa al sol y playa del verano. Esta buena aceptación del público puede verse en la ampliación de grupos: en ediciones anteriores sólo había diez niños y este año la suma asciende a veinte. Los monitores consideran que es una actividad acertada y que seguramente tendrá un futuro espléndido durante los próximos años.

Mª José Real