I.M.
Calor en el paseo por un sol que parece haberse adelantado una estación y también entre el público, apelotonado para acercarse lo máximo posible a las vallas que delimitaban el paso. Unas 5.000 personas se acercaron hasta Vara de Rey para ver de cerca a los Príncipes de Asturias, y si para asegurarse un buen sitio había que llegar pronto, fueron los niños y jóvenes los más madrugadores. Algunos con banderas de España, otros con la de Asturias, y muchos con detalles para felicitar a la Princesa por su recién anunciada maternidad: peluches, ramos de flores y alguna prenda de bebé. Un grupo de adolescentes coreaba los nombres de Sus Altezas como si de estrellas del pop o de un programa televisivo se tratara, pero no eran los únicos que no podían ocultar su nerviosismo por ver de cerca a los herederos de la Corona: una señora entrada en carnes espetaba a alguien que se había puesto delante , y una pareja de jubilados mostraba su impaciencia preguntándose cuándo llegarían.

La espera se alargó debido a los 15 minutos de retraso respecto a la hora de llegada prevista. Las collas mataban el tiempo ensayando por lo bajo mientras las autoridades charlaban entre ellas o jugueteaban con el perro que más tarde le sería ofrecido a Sus Altezas, como los consellers Joan Mari Tur y Stella Matutes. En la tribuna de prensa empujones, rumores sobre la asistencia o no de doña Letizia e improvisación: dos operarios instalaron unas tarimas cuando los informadores ocupaban ya sus puestos.

Los murmullos se convirtieron en vítores cuando los Príncipes entraron en el recinto, que paseaban al son de la música de las collas que representaban a cada municipio junto a su respectivo alcalde.

Tras los discursos, los artesanos hicieron una demostración de sus oficios ante una interesadísima Letizia, que observó cómo sé hacían objetos de barro y mimbre, espardenyes o instrumentos musicales. Como la xeremia con la que un artesano les obsequió con el himno de Asturias antes de partir rumbo al Consell Insular.