IVÀN MUÑOZ
La relación de los miembros de la Familia Real con Eivissa y Formentera, y el desarrollo que las Pitiüses han logrado experimentar en las últimas décadas a pesar de su insularidad fueron las bases sobre las que se asentó el discurso que Su Alteza Real el Príncipe de Asturias dirigió desde el escenario instalado a los pies del monumento a Vara de Rey.

Don Felipe, que en algunos momentos se expresó en un catalán poco menos que perfecto, destacó la capacidad de la comunidad pitiusa por saber adaptarse a los tiempos modernos sin olvidar sus tradiciones acuñadas a lo largo de generaciones: «Nos dais el ejemplo de haber sabido consolidar vuestra propia e inconfundible identidad sin dejar de estar inmersos en las corrientes, ocasionalmente tumultuosas, del mundo de nuestros días», dijo.

«Un reducto de convivencia y progreso». Así calificó a esta tierra de la que según el Príncipe toda España se siente orgullosa por ser un modelo de «equilibrio, tolerancia y pluralidad digno de la admiración de propios y extraños», y por saber acoger las tendencias más vanguardistas dentro del mayor respeto a la «prodigalidad con la que la naturaleza ha bendecido vuestra tierra y vuestros mares».

Mares cuyas aguas -tal y como reconoció Su Alteza- han sido navegadas con gran asiduidad por su familia durante años, lo que ha hecho que existan «unos lazos de sincero y especial afecto» entre la Familia Real y las Islas Pitiüses. Pero no eran estos los únicos vínculos que ayer hacían al heredero de la Corona sentirse cercano a la ciudad que visitaba. Fue su bisabuelo quien inauguró hace 101 años el monumento que tenía a escasos metros de su espalda y que rinde homenaje al militar ibicenco Vara de Rey, que luchó en la guerra de Cuba: «El Rey Alfonso XIII tuvo entonces ocasión de sentir el cariño entusiasta de vuestros antepasados y de disfrutar con ellos de una inolvidable e histórica visita», recordó.