Don Felipe, que en algunos momentos se expresó en un catalán
poco menos que perfecto, destacó la capacidad de la comunidad
pitiusa por saber adaptarse a los tiempos modernos sin olvidar sus
tradiciones acuñadas a lo largo de generaciones: «Nos dais el
ejemplo de haber sabido consolidar vuestra propia e inconfundible
identidad sin dejar de estar inmersos en las corrientes,
ocasionalmente tumultuosas, del mundo de nuestros días», dijo.
«Un reducto de convivencia y progreso». Así calificó a esta
tierra de la que según el Príncipe toda España se siente orgullosa
por ser un modelo de «equilibrio, tolerancia y pluralidad digno de
la admiración de propios y extraños», y por saber acoger las
tendencias más vanguardistas dentro del mayor respeto a la
«prodigalidad con la que la naturaleza ha bendecido vuestra tierra
y vuestros mares».
Mares cuyas aguas -tal y como reconoció Su Alteza- han sido
navegadas con gran asiduidad por su familia durante años, lo que ha
hecho que existan «unos lazos de sincero y especial afecto» entre
la Familia Real y las Islas Pitiüses. Pero no eran estos los únicos
vínculos que ayer hacían al heredero de la Corona sentirse cercano
a la ciudad que visitaba. Fue su bisabuelo quien inauguró hace 101
años el monumento que tenía a escasos metros de su espalda y que
rinde homenaje al militar ibicenco Vara de Rey, que luchó en la
guerra de Cuba: «El Rey Alfonso XIII tuvo entonces ocasión de
sentir el cariño entusiasta de vuestros antepasados y de disfrutar
con ellos de una inolvidable e histórica visita», recordó.
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