El A380, que desde su entrada en servicio programada para el
segundo semestre del año próximo se convertirá en el mayor avión
comercial de la historia de lejos, no tuvo ningún problema para
realizar con éxito el primer vuelo de prueba con salida y llegada
al aeropuerto de Toulouse (sur de Francia).
El aparato, en el que sólo viajaban los seis miembros de la
tripulación -dos pilotos cincuentones con una amplísima experiencia
y cuatro ingenieros, a la cabeza de los cuales el español Fernando
Alonso- despegó a media mañana con las condiciones meteorológicas
favorables que se habían buscado: buena visibilidad y viento
flojo.
Las decenas de miles de personas que se habían acercado al
recinto del aeropuerto para verlo despegarse del suelo con sus
propios ojos pudieron comprobar enseguida una de sus grandes bazas
comerciales: un nivel de ruido muy reducido para su tamaño.
También pudieron apreciar la impresión de lentitud en el ascenso
de un aparato de 80 metros de envergadura, 73 de longitud, 24 de
altura con dos pisos para poder transportar de 480 a más de 800
pasajeros, (según las configuraciones).
Tres horas y 54 minutos después, que dieron para recorrer de 200
a 250 kilómetros hacia el oeste en dirección del Atlántico, de
volver a Toulouse en paralelo a los Pirineos y de dar un pase de
honor a baja altura y poca velocidad delante de la grada de prensa
montada en el aeropuerto, el A380 se posó en medio de la típica
nube de humo del queroseno y la fricción de los neumáticos en la
pista.
Alonso admitió que por su gran peso, hubo «un poco de
turbulencia, un poco de actividad térmica al aterrizaje» que hace
que el avión tienda a flotar «como una avioneta» al tomar
tierra.
Todos los miembros de la tripulación subrayaron que el vuelo
había sido un completo éxito porque la respuesta del aparato era
como se esperaba y uno de los pilotos, Jacques Rosay, indicó que
«este gigante Airbus se maneja como una bicicleta».
Algunas dudas
El ingeniero jefe precisó que habían tenido dudas sobre la posición
de una puerta del tren de aterrizaje, probablemente por un problema
de señalización, pero que eso no impidió realizar todo el programa
previsto, cuyo desarrollo fue «fenomenal».
Rosay insistió en que los pilotos que sepan manejar cualquier
otro Airbus «se sentirán enseguida cómodos a bordo del A380».
Una forma de decir que, más allá las ventajas que ofrece el
aparato en términos de capacidad y de ahorro de combustible por
pasajero (un 15 por ciento respecto al Boeing 747), el avión
gigante no impone exigencias particulares a las compañías que lo
operen.
El presidente de Airbus, Noel Forgeard se mostró entusiasta con
este primer vuelo que corona un «fantástico esfuerzo colectivo» y
recordó que ahora empieza una fase de más de un año de pruebas para
la obtención de sus certificados antes de su entrada en
servicio.
Forgeard aprovechó para dar cuenta de sus espectativas de vender
una cincuentena de estos aparatos antes de que acabe el semestre,
que se sumarán a los 154 de la actual cartera de pedidos (144
firmes) por valor de 42.000 millones de dólares.
Una forma de desmentir de nuevo estudios interesados de Boeing,
que sigue afirmando que el A380 -en el que Airbus ha invertido más
de 10.000 millones de euros- no será rentable pese a que los
europeos aseguran que el umbral de rentabilidad está en 300 aviones
y que esperan vender 750 en dos décadas.
Por su parte, el francés Arnaud Lagardere, presidente del grupo
que lleva su nombre, no se cortó en dar una respuesta a Boeing en
clave política al afirmar en perfecto inglés, mientras señalaba con
el dedo al A380: «Esto es Europa, y es lo mejor», dijo concluyente
y satisfecho
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