La muerte en accidente de circulación de Raúl Carmona González, granadino de 21 años de edad y residente en Formentera, evidenció de forma doblemente dramática, por lo luctuoso del hecho en sí y por los problemas que generó, que las infraestructuras de Formentera penden siempre de un hilo. La carretera PM-820, la única vía que conecta la isla de punta a punta, es decir desde la Savina hasta la Mola, hubo de ser cortada y provocó unas retenciones del todo insolubles. A ello se sumó la necesidad de que el helicóptero de emergencias aterrizara junto al lugar del accidentes y el corte del suministro eléctrico de casi la mitad de la isla desde antes del aterrizaje del helicóptero hasta que éste hubo despegado, cerca de hora y cuarto en total.

Las vías alternativas que algunos intentaron utilizar, bien por el camino que conduce al Real Playa para enlazar con el Camí Vell de la Mola y regresar a la carretera principal a través del camino del Blue Bar o uno adyacente a un centenar de metros después del lugar de la colisión, revelaron dos aspectos básicos a tener en cuenta.

En primer lugar que los caminos están hechos un desastre, con agujeros, piedras o raíces en medio de los mismos y que no tienen capacidad para absorber, en un caso extremos la circulación de dos direcciones debido a la estrechez de los mismos. Los que optaron por intentar un escape alternativo por la parte norte, es decir utilizando la vía desde el punto kilométrico 8 hacia Cala en Baster para luego salir a ses Roques o a Sant Ferran, encontraron los mismos problemas de circulación; caminos sumamente deteriorados y anchura insuficiente.