El corazón de Eivissa se vio ayer afectado por un tremendo
dolor. Durante una hora el paseo de Vara de Rey fue escenario de
sobrecogedoras manifestaciones de tristeza. Había muerto la sardina
y sus familiares y amigos asistieron a darle el último adiós.
Fueron muchos los que guardaban sitio desde minutos antes de la
hora anunciada en la capilla ardiente instalada bajo una carpa.
Puntual, la comitiva llegaba al lugar portando a la difunta
mientras sonaba una marcha fúnebre tocada por la banda musical. La
encabezaban dos zancudos tras los que desfilaban los portadores del
plateado cadáver. Detrás, un grupo de viudas que no podía reprimir
su llanto hacía esfuerzos para seguirles, caminando renqueante por
la flojera de músculos provocado por la emoción.
Y Don Carnal visiblemente afectado al lado de un grupo de
plañideras. Una vez depositado el cuerpo en el ataúd rodeado de
cirios para ser velado, los afectados acompañantes no pudieron
contenerse más y cayeron derrumbados. Algunos lloraban
desconsoladamente, otros agitaban la cabeza sin creerse todavía su
desdicha y una de las viudas acercaba a los ojos de los presentes
una cebolla cortada para hacerles partícipes de su dolor. Incluso
tuvieron que sujetar a uno de los familiares que en un ataque de
rabia incontenido se abrazó al cadáver. Las poco más de 200
personas que se desplazaron al velatorio reían al ver la
parodia.
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