Momento en el que es colocada la sardina para su incineración. Fotos: GERMÁN G. LAMA

Iván Muñoz

El corazón de Eivissa se vio ayer afectado por un tremendo dolor. Durante una hora el paseo de Vara de Rey fue escenario de sobrecogedoras manifestaciones de tristeza. Había muerto la sardina y sus familiares y amigos asistieron a darle el último adiós. Fueron muchos los que guardaban sitio desde minutos antes de la hora anunciada en la capilla ardiente instalada bajo una carpa. Puntual, la comitiva llegaba al lugar portando a la difunta mientras sonaba una marcha fúnebre tocada por la banda musical. La encabezaban dos zancudos tras los que desfilaban los portadores del plateado cadáver. Detrás, un grupo de viudas que no podía reprimir su llanto hacía esfuerzos para seguirles, caminando renqueante por la flojera de músculos provocado por la emoción.

Y Don Carnal visiblemente afectado al lado de un grupo de plañideras. Una vez depositado el cuerpo en el ataúd rodeado de cirios para ser velado, los afectados acompañantes no pudieron contenerse más y cayeron derrumbados. Algunos lloraban desconsoladamente, otros agitaban la cabeza sin creerse todavía su desdicha y una de las viudas acercaba a los ojos de los presentes una cebolla cortada para hacerles partícipes de su dolor. Incluso tuvieron que sujetar a uno de los familiares que en un ataque de rabia incontenido se abrazó al cadáver. Las poco más de 200 personas que se desplazaron al velatorio reían al ver la parodia.