Su sueño de hacer algo grande quedó esparcido en la arena junto a los pedazos de su embarcación. Tres semanas después de naufragar en Formentera, Alex Bellini, el aventurero italiano que pretendía llegar a la Guayana Francesa desde Génova en una barca a remo, expresa su agradecimiento por el trato recibido en la pitiusa menor. Reconoce que fue un duro golpe fracasar en una empresa en la que había depositado tanto esfuerzo e ilusión, pero que en este tiempo se ha dado cuenta de que lo que ocurrió fue simplemente un accidente y ve más que nunca factible la gesta. Tanto que ya se ha marcado fecha para el que será su tercer intento (en la primera ocasión no pudo ni siquiera salir del puerto debido a un fuerte viento): septiembre de 2005: «La vuelta ha ido muy bien. Después de suceder lo del naufragio estaba muy abatido, pero ahora estoy más decidido que nunca a intentarlo. A mitad de enero voy a Inglaterra para comprar una nueva barca y prepararlo todo», anuncia. La vez anterior había partido a finales de octubre, algo decisivo en el desarrollo del viaje, pues las condiciones meteorológicas fueron adversas: «De los 23 días que duró la travesía anterior, sólo en cuatro pude disfrutar de sol, un gran problema para mí porque los aparatos de orientación por satélite funcionaban con paneles solares», explica. Bellini asegura que el apagón que sufrieron los instrumentos fue determinante, pues ello le impidió evitar la tormenta que le hizo fracasar, por lo que en su nueva barca instalará algún sistema de energía alternativo, seguramente eólica. Más allá de esto, no piensa realizar muchos cambios, a excepción del punto de llegada, que esta vez será Brasil. Tiene la moral muy alta después de «haber tapado muchas bocas, la de los escépticos, sobre todo la de aquellos medios italianos que me habían tildado de bufón e ingenuo», pero confiesa que muchos se han convencido al verle pasar el golfo de León, una zona muy difícil para la navegación. Bellini es natural de Aprica, una población situada en los Alpes cuyos paisajes nada tienen que ver con el medio acuático. Sus anteriores gestas han tenido lugar en las alturas, por lo que algunos consideran que no está lo suficientemente preparado para la navegación: «Algunos decían que era un iluso y me llamaban montagnone [montañero, de forma peyorativa], pero esto a mí en lugar de afectarme me daba más fuerzas, porque soy una persona que se ofende fácilmente», confiesa. «Afortunadamente demostré que puedo hacerlo y que si no he sido capaz ha sido por una cuestión de mala suerte», asegura. Al menos, sus patrocinadores siguen demostrándole confianza, pues ya ha conseguido que le sufraguen los 60.000 euros que le costará la nueva embarcación, algo que el define como «fantástico. A pesar de haber fallado ya dos veces siguen creyendo en mí; yo creo que es por la energía que les transmito», reflexiona.

El aventurero se deshace en elogios hacia la población y autoridades formenterenses: «He tenido mucha ayuda, mucha más de la que era su deber darme. Me dejaron incluso el dinero para volver a Italia, pues tendría que haber esperado mucho si hubiera acudido al consulado italiano», dice. Especialmente agradece la colaboración de los servicios sociales, la Guardia Civil y de «Abel, Gloria, Mari Sol y Sandra, del ayuntamiento», y asegura guardar un magnífico recuerdo de la isla a pesar de que los restos de su equipo fueran saqueados. Ahora, Alex quiere empezar de cero. Aunque su inquieto espíritu no le permite estar parado hasta entonces: ya prepara una marcha a pie de 1.800 kilómetros sobre los hielos de Alaska. Iván Muñoz