La actividad post-temporada estival alcanza por estos días a
muchos locales comerciales que, dedicados al turismo de masas, se
preparan para cerrar las puertas del verano 2004.
Basta con darse un paseo por una de las zonas más turísticas para
darse cuenta que la temporada está llegando a su fin. En Platja
d'en Bossa todavía quedan establecimientos y algunos hoteles, más
bien pocos, abiertos que, pese a la poca afluencia no sólo de
turistas sino de viandantes, mantienen sus negocios abiertos hasta
finales de octubre.
Bares, restaurantes, pizzerías, tiendas, hoteles y heladerías
comienzan a desmontar sus maquinarias, a realizar los inventarios y
almacenar o enviar a sus casas matrices el excedente de los
productos que no han tenido salida durante el verano. Son los
primeros en abrir y los últimos en cerrar, convirtiéndose en los
verdaderos apostadores por la desestacionalización de la temporada
turística.
En el barrio de la Marina, al igual que los principales núcleos
urbanos de Sant Antoni, Santa Eulària y Platja d'en Bossa, son
muchos los negocios que desde hace años inauguran su verano pitiuso
a comienzos de primavera y que después de los meses de batalla de
julio y agosto, continúan ofertando sus productos o servicios hasta
bien entrado el mes de octubre. Este puede ser el caso de la
tradicional heladería Los Valencianos, que desde 1933 realiza este
ciclo del calendario laboral y que por estos días, y entre venta y
venta, sus trabajadores comienzan a guardar maquinaria,
granizadoras y vitrinas, continuando con su servicio al cliente
hasta el último día.
Tampoco faltan los cierres de bar que, sin llegar a la magnitud
discotequera, y sin anunciarse en ningún letrero, invitan a toda su
clientela a terminar con las bebidas, tapas y demás, en la noche de
despedida, con una cita a la que muy pocos faltan. Se trata de una
especie de liquidación invitada, que sin llegar al caso de las
tiendas textiles, se ahorra el coste de transporte del sobrante de
la mercadería. La clausura de estos locales devuelve al puerto de
la Marina su tónica invernal en la que los negocios de siempre
mantienen la dinámica anual de los residentes pitiusos librando las
calles de mesas y terrazas, las callejuelas de expositores de
tienda y apagando las luces de una ciudad que no duerme mientras
las temperaturas se mantienen altas.
La última quincena de este mes los negocios que están abiertos
aguantan pese a los pocos beneficios que se hacen. Así lo dice uno
de los responsables de un supermercado de la zona:« Mientras haya
gente en los apartamentos no podemos cerrar porque todavía damos
servicio, poco pero damos y aunque no nos sea rentable».
Todos coinciden en señalar que la temporada ha sido normalita y
que estos últimos días de octubre «estoy aquí casi para nada; viene
muy poca gente», dice Marilina, dueña de una tienda de souvenir que
para pasar sus horas solitarias está centrada en la lectura de un
libro.
Los pocos turistas que quedan son familias y parejas de
ingleses.
L.A y C.V.
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