Carlos Sansegundo, junto con Erwin Bechtold, creo que son los dos únicos supervivientes del mítico grupo «Ibiza 59», formado por Erwin Broner, Erwin Bechtold, Antonio Ruiz, Bob Monford, Hans Laabs, Egon Neubauer, Katja Meirowsky y Bertil Sjöberg. Da la casualidad que los dos, Carlos y Erwin, continúan viviendo en Ibiza, lo cual es formidable, y entrañable su fidelidad a nuestra isla a través de los años. Nunca ha dado la isla una agrupación de artistas tan formidable, tan rotundamente importante ni tan famoso como este grupo de artistas que tuvieron su sede en la Galería «El Corsario». Revistas de arte del mundo entero se hicieron eco de sus exposiciones. Coleccionistas y críticos de todas partes quedaban sorprendidos de que en Ibiza pudiera existir la agrupación artística posiblemente más importante de Europa en aquel momento.

Todavía hoy cuesta creer que aquel movimiento artístico fuera posible hace medio siglo. Las inauguraciones eran verdaderos acontecimientos sociales y artísticos, difícilmente superables, y la rivalidad deportiva y amistosa entre las galerías «El Corsario» y «Vedrà», de Juan Spence, remarcables. Nunca más Ibiza ha tenido el ambiente pictórico que alcanzó en la década de los 50-60.

Como todos los grupos de arte, su existencia fue efímera, pero lo suficientemente larga como para dejar huella y un nombre ya histórico: «Ibiza 59». Que pasado medio siglo el españo Carlos Sansegundo continúe fiel a nuestra isla lo considero un honor y un hecho destacable. Carlos, gran amigo mío de siempre, es un personaje remarcable, como son todos los artistas, pero quizás incluso acentuado. A primera vista da la sensación de ser un personaje duro, difícil, brusco, pero diplomático, y que llama a las cosas por su nombre, pero al tratarle y conocerle, su imagen cambia completamente. Es sensible, buen amigo, sincero, independiente, y a pesar de haber recorrido medio mundo y haber vivido toda clase de situaciones, a veces puede dar la sensación de un ser un niño grande que todavía necesita protección, y aquí radica su encanto y sencillez. Quiero añadir que tenía un verdadero gancho entre las mujeres, y fama de Casanova.

Pienso que a veces apreciamos más la cantidad que la calidad. En cualquier caso, siempre había mujeres interesantes a su lado. Sus amigos le pusimos un mote, en lugar de llamarle Sansegundo, le llamábamos «Sexysegundo».

Sabe de su importancia. Cuando empieza a hablar no para, y puede contarte su rica e interesante biografía plagada de éxitos, pero todo sin petulancia ni engreimiento, sin darse importancia, con una enorme sencillez y sin darle mayor importancia.