La alicantina Gertrudis Espasa es un hermana de las Hijas de la Caridad desde el año 56 que lleva trabajando como enfermera, y como ella dice, «al servicio de Cristo en la persona de los enfermos» desde hace, nada más y nada menos, treinta y un años. Este año pese a que se jubila seguirá trabajando. Ella se define como una monja moderna y dice que «hay que adaptarse a los nuevos tiempos». La delegación de Eivissa del Colegio Oficial de Enfermería le entregó ayer la insignia de oro por su dedicación al cuidado y atención de enfermos.

-¿Feliz por el reconocimiento por tantos años de dedicación al cuidado de enfermos?

-Sí, siento una gran satisfacción de haber dedicado toda mi vida al servicio de los enfermos. Nosotros tenemos este lema: servir a Cristo en la persona de los pobres, y esto es lo que hemos echo.

-¿Cómo ha recibido la jubilación?
-Bueno, es ley de vida. Se trata de haber nacido antes o después. Pero yo sigo sirviendo a los pobres y a los enfermos donde esté y mientras viva. Me jubilo pero voy a seguir trabajando porque las hijas de la caridad no se jubilan nunca. Aquí hay una hermana que tiene noventa y un años y sigue sirviendo desayunos, cosiendo la ropa de los enfermos... Bueno, no para. Aunque seamos mayores seguimos trabajando.

-Después de treinta y un años de enfermera, ¿qué valoración hace?

-Una muy positiva. Yo siempre he estado en hospitales y ves como poco a poco el enfermo se recupera porque lo cuidas bien y termina por marcharse sano. Desde que te levantas por la mañana hasta que te acuestas estás todo el día haciendo un servicio a alguien. Y sientes satisfacción porque al mismo tiempo que atiendes a lo demás tú te sientes feliz.

- ¿Por qué se hizo enfermera?
-Pues por eso mismo, porque era mi trabajo atender a los enfermos.

-¿Desde pequeña ya sabía que su dedicación iba a ser cuidar a los demás?

- No. La verdad es que no pensaba que acabaría siendo hija de la caridad, pero hasta que llegó el día que sentí algo (no sé cómo explicarlo), y decidí renunciar a todo y entregarme al servicio de Dios ayudando a las personas.

-¿Renunciar a todo le fue muy difícil?
-Pues bastante, porque mis padres tenían toda su ilusión en vivir siempre conmigo. Además la vida me sonreía y lo deje todo, amigos... Todo.

- Según usted y después de tantos años de experiencia, ¿qué cualidades definen a una buena enfermera?

- Yo creo que la paciencia, la atención y sobretodo el cariño que les coges y el amor con que lo haces. También la atención a la persona, pero una atención integral: no solamente su salud sino también lo psíquico.

-¿De qué modo han influido los hábitos en su profesión?

-De ninguno. Yo siempre he trabajado con enfermeras. Cada cual tenía su trabajo, incluso en ocasiones venían enfermos de sida y como ellas eran casadas yo les decía que no se preocupasen que yo curaba al enfermo. Nos pedíamos un favor y lo hacíamos así, sin más.

-Siendo enfermera seguro que ha vivido la muerte de mucha gente muy de cerca, ¿qué siente cuando ocurre?

-Sí, he visto morir a muchas personas con paz, con mucha paz. También los he visto morir con un poco de agitación pero generalmente la gente muere con paz.

-¿Qué papel cree que desempeñan los ancianos en la sociedad actual?

-Los ancianos tienen que vivir con júbilo porque ahora es cuando viven la plenitud de su vida, y estar un poco más relajados, dedicándole más tiempo a lo que no podían hacer cuando trabajaban. La vejez empieza cuando se termina la ilusión, pero mientras hay ilusión una persona no es vieja.

C.V.