Afinales de la década de los 50 apareció un personaje muy peculiar en Ibiza, y aunque por aquel entonces llamar la atención no era fácil, pues habían llegado toda clase de tipos: hippies, pintores, aventureros, vividores y escritores todos ellos, contando un pasado a cual más apasionante y la mayoría de las veces inventados para llamar la atención en algún campo y crearse un nombre, nuestro personaje destacaba a base de no querer llamar la atención, de pasar desapercibido, de andar de puntillas por la vida, lo cual ya era en sí algo alarmante y original. Se trataba de Salvador Pániker, personaje especial donde los haya, hijo de padre hindú y madre catalana, había heredado los genes de ambos, produciéndose una mezcla muy especial, pues si bien su físico era cien por cien hindú, su comportamiento se basaba en eseny catalán. Era reservado, tímido, pragmático, poco ruidoso y con un cerebro muy bien amueblado. Era un auténtico intelectual, mezcla de escritor, filósofo, pensador y una visión sabia de la vida, su mirada era observadora, escrutadora, parecía no darse cuenta de nada y lo percibía todo, tenía un olfato fino y una ironía más fina todavía. Aparecía y desaparecía de la isla, viajando constantemente por los cinco continentes tomando notas y captando vivencias, y con su retraída personalidad hacía amistades fácilmente y según se rumoreaba, muchas conquistas amorosas. Con el tiempo se hizo construir una casa mágica en Es Figueral, siendo el arquitecto Erwin Broner. Tenía unas terrazas espléndidas que eran un verdadero mirador sobre el mediterráneo. Cerca de allí, andando entre pinos y sabinas, y bordeando la costa, se llegaba hasta la casa de otro personaje, también muy peculiar, Miguel García de Saez, «Las Mayoas» en es Pou d'es Lleó. Rara era la semana que no hubiera un almuerzo o cena en una de las dos casas con invitados que eran un auténtico lujo, donde las tertulias se alargaban hasta el anochecer y, si era cena, hasta el amanecer. Fue una época maravillosa, irrepetible, y muchas veces me pregunto si fue sueño o realidad. Entre los dos había una divertida rivalidad, a ver quién tenía mejor casa y los invitados más especiales. Salvador Pániker estaba casado con Nuria Pompeia, una mujer como no podía ser de otra manera, muy especial, vital, culta, extrovertida, gran conversadora, atractiva y con una belleza inquietante y enigmática. Tenía fuerte personalidad acompañada de unos ademanes exquisitos, y tenía dos grandes amigas. Una era Virginia Figueras, inteligente, pintora de notable belleza y porte sofisticado, casada con José María Figueras, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y después presidente de la Patronal. Tenía una magnífica casa con jardín en la parte alta de la ciudad muy bien decorada y acogedora, donde hoy se ubica el Hotel Palacio. Su otra gran amiga era Mary Freixas, antes señora de Cavestany y actualmente, si no se ha separado, señora de Senillosa. Era guapa, moderna y algo misteriosa. Nuria, Virginia y Mary formaban un trío notable e irrepetible, el glamour, la inteligencia, el estilo y la cultura se entremezclaban admirablemente.
Conversaciones en Ibiza
16/05/04 0:00
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