No hubo contra manifestación ante la convocada anónimamente contra
los rastas y en desagravio al alcalde de la isla; los campistas,
que para muchos suponían un peligro, no comparecieron y los cerca
de 250 formenterenses que acudieron a la plaza del Ayuntamiento se
manifestaron silenciosamente y sin altercados. Claro que la
presencia de la Guardia Civil y de la Policía Local, más de una
docena de efectivos entre ambos cuerpos y fuerzas de seguridad, era
para disuadir hasta a los más osados.
Lo curioso de la manifestación fue que para muchos fue como una
fiesta o espectáculo. Mucha gente mayor aprovechó la presencia de
sillas en la plaza por la obra de teatro que debía representarse
por la noche, para formar un corro, una platea desde la que
disfrutar del espectáculo, fuera el que fuera, desde primera fila.
Lo cierto es que los temores no se confirmaron y todo transcurrió
con absoluta normalidad; entre activos y pasivos, unos 250
manifestantes estuvieron en la plaza de la iglesia.
Los activos fueron los que durante más de veinte minutos, pese a
que la concentración debía durar cinco minutos, estuvieron al sol
frente a la Casa Consistorial, los pasivos aquellos que se
situaron, con máximo interés, en las terrazas de los bares vecinos,
bajo las cuatro sombras de los olivos de la plaza o refugiados bajo
algún tejado.
No hubo consignas, ni cánticos ni parlamentos, ello era obvio
por cuanto la convocatoria era anónima, por tanto absolutamente
ilegal, pero lo que quedaba claro entre la mayoría de los
participantes era que «no se trata de un desagravio al alcalde
porque cosas mucho peores se dicen en cualquier manifestación
-decía Xumeu Cardona que celebraba su onomástica-, sino que llega
un punto en que has de movilizarte para defender lo que es tuyo y
tu privacidad», aludiendo al hecho de que días atrás había
encontrado un par de okupas descansando en su porche y unos cuantos
más instalados dentro de su propiedad. «Siempre he votado a la
izquierda, pero en casos como estos me considero de ultraderecha»,
afirmaba Joan, un formenterés a quien los campistas habían invadido
y «ensuciado» su terreno. En términos similares se expresaban otros
que en los últimos tiempos han tenido «pequeños problemas», ya que
pocos quieren exagerar el asunto con los rastas , okupas o ecopijos
como se viene conociendo a quienes hacen de playas y bosques,
cuando no fincas particulares, su lugar para acampar.
El sentir general de los manifestantes era de que «hemos llegado
demasiado lejos -decía Paco-, hemos permitido que se nos suban a
las barbas y a este paso no puede pasar otra cosa que año tras año
empeore la situación».
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