Cala Saona es la única playa al suroeste de la isla de Formentera. Es la única ruptura entre una larga serie de acantilados de entre los que destacan los de Punta Roya o el de es Cap de Barbaria. A medio camino entre la Savina y Migjorn se abre a poniente Cala Saona, el final de un antiguo torrente que, con forma de concha, se adentra en el azul límpido y cristalino. Limitada por su orografía, abruptos acantilados a ambos lados, este lugar se distingue, entre otras cosas, por sus puestas de sol en que éste, inmenso y anaranjado, se funde en el horizonte al que incendia con toda la gama cromática que va del amarillo al púrpura. Pero aparte de eso esta playa es un remanso de paz, una cala familiar junto a la que aún quedan una docena de casetas de pescadores con sus correspondientes llaüts y una parrera, prácticamente en desuso, en la que de vez en cuando aún puede verse pescado secándose al sol para conseguir el famosos peix sec , básico para las ensaladas pagesas de la isla.

Debido a su estratégica ubicación es muy visitada por las embarcaciones de recreo que han visto limitado el fondeo a una distancia prudencial para los bañistas. La playa se abarca de una sola mirada, pero lo que ofrece requiere su tiempo para descubrirlo. Vale la pena, haciendo un alto en el baño de sol y de agua, pasear tanto a un lado como a otro para gozar de unas vistas diferentes del litoral, tan cerca de la playa pero por metros como si uno estuviera en el confín del mundo; es la eterna sorpresa de la isla que en su pequeñez geográfica acumula escenarios y contrastes sorprendentes en muy breve espacio.

No es ésta una playa de bullicio que se distingue por las legiones transalpinas que ensordecen el aires con su jerga. Es un pequeño remanso de paz en el que dejarse llevar por la brisa, las olas y las sensaciones y, al atardecer, con la nostalgia y el romanticismo que fluyen del ocaso, es el lugar idóneo para susurrar al oído a alguien muy próximo esos sentimientos que sólo fluyen en momentos de magia. G.Romaní