Es Pou des Lleó ( Pozo del León) es incapaz de albergar al mismo número de bañistas que otras playas del sur de la isla, quizá más populares, como ses Salines o es Cavallet. Pero por eso mismo en ella se puede disfrutar de un ambiente más tranquilo y de un paisaje mucho más enigmático que el de otras zonas saturadas y esclavas de la avalancha turística.

Las numerosas casetas de pescadores, las calas escondidas de los curiosos inoportunos y los caminos que se pierden hacia la montaña son algunas de las particularidades de una playa situada al fondo del Canal d'en Martí y de la que se dice que en un pasado pudo servir de acceso a un puerto púnico artificial.

En pleno mes de julio a mediodía tan sólo un par de bañistas descansaban sobre las hamacas que los encargados del chiringuito y el restaurante cercano se han encargado de instalar para mayor comodidad del visitante. Ese no es el único servicio que con el paso de los años ha ido modificando ligeramente el aspecto, antes mucho más salvaje, de este rincón de la isla. Una pasarela de madera sirve para facilitar el acceso y un chiringuito de madera muy típico permite sentarse en su terraza para observar, desde una ubicación privilegiada, las vistas. Sonia es la camarera de este chiringuito desde hace tres veranos y ella misma cuenta que a es Pou des Lleó acuden principalmente turistas españoles y franceses. «Creo que a la gente le gusta porque es tranquila y muchos son huéspedes del hostal y les queda cerca», dice. El pequeño establecimiento pertenece a los mismos dueños que el cercano restaurante Pou des Lleó. Este local, regentado por José Guasch Ferrer, fue el primero en establecerse en la zona hace más de 40 años y mantiene un sistema de trabajo tradicional, con platos típicos cocinados en horno de leña. A un paseo de distancia se localiza la Torre d'en Valls, construida en tiempos de piratas y corsarios y a la que se llega tomando los caminos que ascienden la montaña; desde allí se puede observar una gran vista de Tagomago. S. Yturriaga