Ana Obregón y su hijo Alejandro, que ya está hecho un mocito, tras deshacer las maletas y almorzar salieron de casa poniendo rumbo hacia Cala Millor. ¿En qué nos va a sorprender esta vez Ana? ¿Vamos a tener una tarde repleta de carreras, de un sitio a otro, jugando al despiste, para terminar dejándose hacer fotos, o bien va a ser un recorrido tranquilo? Pues más bien fue esto último, ya que a poco de llegar a Cala Millor aparcó, entro en una tienda y a continuación -siempre con su hijo- se dirigió a la playa donde, tras hacerse con dos hamacas, se dieron un baño. Ocultando sus ojos con unas gafas negras de sol y metida en un bikini de color oscuro, que mientras no se bañó cubrió con un fino y corto pareo, la verdad sea dicha, la Obregón lucía esplendorosa. Por espacio de media hora estuvo jugando con su hijo, con quien luego se bañó. Por último se tumbó sobre la arena a tomar el sol. Realmente pasó desapercibida entre la gente, la mayoría extranjeros, aunque también firmó autógrafos. Ana Obregón, fiel a su palabra de hacer más posados para la prensa, sin proponérselo posó para nosotros... muy a pesar del crío, quien con un a especie de tirachinas nos amenazaba (¿?), artilugio que su madre, tras regañarle, le quitó.¿Qué nos deparará este verano Ana? De momento, tranquilidad. Pero nunca se sabe. En el anterior llegó también sola y a los pocos días la descubrimos en una cala d'Andratx en un barco acompañada de un señor que nunca supimos quien fue y con quien no hizo nada de particular salvo almorzar en el chiringuito de la playa y luego solearse en cubierta. Y en el anterior, más de lo mismo: en esa ocasión la sorprendimos en la Dragonera, a bordo de otro yate, ahora con un conocido oftalmólogo madrileño, que si hasta entonces había pasado completamente desapercibido para el gran público a partir de ahí perdió el preciado anonimato.

Pedro Prieto