Este hermoso rincón de arenas finas y aguas trasparentes fascina por ser un salvaje paraíso, sin apenas ningún edificio a su alrededor.

Uno de los encantos de Cala Mastella es que por su pequeño tamaño no alberga gran cantidad de hamacas como ocurre en su vecina Cala Llenya. Tan sólo unos 50 metros de largo y menos de 15 metros de amplitud forman la envergadura de esta acogedora playa.

Desde su orilla izquierda parte un sendero, tallado en la roca, que comunica la playa con el embarcadero en el que se encuentra el popular restaurante de Joan Ferrer, más conocido como 'el Bigotes'. Este familiar restaurante de pocas mesas ofrece su especialidad, el 'bullit de peix', compuesto por gran variedad de pescados frescos que el mismo Joan pesca diariamente para atender las reservas de los residentes de Eivissa.

Sorprende la brisa marítima que sopla en la orilla. Es una playa encerrada entre acantilados y rodeada de una increíble arboleda. Los verdes alrededores dan un aspecto de selva natural que acoge a los bañistas.

Afortunada o desgraciadamente, según se mire, el único servicio que se encuentra en la cala es el de un pequeño chiringuito que sirve refrescos, helados y que alquila unas poquitas hamacas. Pero no hay ningún tipo de utensilio playero destinado a la diversión del turista.

No recibe un fuerte oleaje por lo que no es muy peligroso sumergirse en sus aguas, pero nunca hay que descuidarse.

Sus fondos marinos son una auténtica maravilla que descubre un jardín acuático de enormes peces, por lo que es recomendable llevarse unas gafas y aletas para bucear, y así, disfrutar de la vista submarina de este rincón paradisíaco.

Natalia Cárdenas