A Àlvaro, de 13 años, le han realizado cuatro biopsias en el hospital 12 de Octubre de Madrid, pero sin ningún resultado sobre la enfermedad que le tiene postrado en una silla de ruedas desde su nacimiento. A Marta le dijo un día un médico: «No sé qué más pruebas hacerle a tu hijo, vuelve dentro de un año», mientras el deterioro de Oscar, de diez, iba aumentando. Fue a través de un programa de televisión, cuando Rosario Montilla, la madre de Àlvaro, se enteró de la existencia del Instituto Rehabilitación Clínica en la Federación Rusa de la Ciudad Tula y del método del doctor Ulzibat. El 25 de marzo de 2002 hizo la primera intervención.

Los especialistas que habían visto a Óscar tampoco daban con el diagnóstico de la extraña enfermedad que le impedía hablar. Marta Vicente se enteró por Rosario Montilla de este tratamiento. «Mi hijo tenía dolores continuos y un desasosiego. No hablaba porque los músculos faciales los tenía contraídos. Me aseguró que podía hacer mucho por el niño. La única pega es que se tiene que ir a Rusia», recuerda Marta de aquella entrevista con el doctor Ulzibat en España antes de viajar a Rusia.

En enero operaron a Óscar y su madre ha comprobado su evolución: «Tiene más movilidad en la lengua y mastica mejor. Las plantas de los pies las tenía siempre frías, pero ahora los tiene caliente. Me dijeron que iba a llegar un momento en que mi hijo no hubiera podido andar por la falta de riego sanguíneo». El jueves se cumplirán dos meses de la operación.

La operación consiste en una fibrotomia: una incisión que rompe las contracturas musculares que impiden el riego sanguíneo y ocasiona muchos dolores. El cambio tras las intervenciones ha sido abismal: «Mi hijo ha crecido en un mes un centímetro», dice Marta. «Àlvaro ha crecido siete centímetros en siete meses y ha engordado. Pesaba 32 kilos y ahora llega a los 40», media Rosario.

Àlvaro sigue en silla de ruedas, pero su calidad de vida ha mejorado. «Está más relajado, duerme por la noche y tiene un poco más de movilidad. Antes estaba muy rígido. Estamos intentando ponerlo de pie, pero paso a paso». Ambas han encontrado en Rusia, tras muchas consultas médicas, pruebas y escepticismo de algunos por estos viajes, una esperanza para la enfermedad. «Es el único sitio donde nos han dado una solución. Ya no teníamos nada que perder y mucho que ganar», relata Marta.