Rodeada por una veintena de desconsoladas plañideras yacía en el
Passeig de Vara de Rey, a las 20,00 horas, la difunta Sardina. En
ese momento comenzaron los llantos y se puso en marcha el
tradicional velatorio que despide la mayor fiesta pagana, el
Carnaval. La figura del Carnestoltes, que hace una semana hacía su
aparición en ese mismo lugar, también estuvo presente en la
despedida. Sentado en su trono y escoltado por dos populosas damas
que más bien parecían vestidas para un baile de época que para la
triste cita, era el único que se permitía vestir de blanco en un
entierro en el que todos los personajes que dieron vida a la
representación debían vestir de riguroso negro. Foc i Fum se
encargó de dar vida a los protagonistas principales y dos de sus
miembros, erguidos sobre zancos, dirigieron la procesión.
Los hiperrealistas gritos de dolor y los compungidos lloros
alcanzaban en determinados momentos cotas de dramatismo
sorprendentes que apagaban las risas y los comentarios de las
cientos de personas que se agolpaban alrededor del cortejo fúnebre.
La Sardina, de dimensiones considerables y con un aspecto muy
conseguido, yacía en un elegante ataúd sobre el que, cada cierto
tiempo, se abalanzaba alguna viuda desconsolada.
El velatorio, que se alargó durante poco más de media hora, se
celebró a los pies del escenario del Passeig de Vara de Rey, donde
un mural representaba a las dos palomas de la paz. Y es que en esta
fiestas de Carnaval que dejamos atrás, el rechazo a la guerra ha
estado presente en todas y cada una de las actividades organizadas.
De hecho, en la explanada del puerto donde se procedió a la quema
de la Sardina, se había instalado una mesa para recoger firmas
contra el conflicto bélico, en la que también se podían adquirir
camisetas con el repetido lema del 'no a la guerra'. Cuando la
Banda de la Creu Roja y la Banda Ciutat d'Eivissa empezaron a tocar
a un ritmo mucho más lacónico de lo habitual, esa fue la señal que
marcó el inicio de la procesión que, lentamente, se dirigió hasta
la explanada del puerto. A lo largo del camino los plañideros y
plañideras murmuraban frases como «aquesta Sardina ja fa pudor» o
«el año que viene habrá que traer una más fresca». A sus plegarias,
el público les contestaba con palabras de ánimo y aliento.
Entre los cientos de asistentes, y aunque es difícil asegurarlo
con precisión, no se pudo distinguir a ningún político a pesar de
que bastante habitual verles en las fiestas y saraos que a lo largo
del año se organizan en Eivissa.
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