Soy un cielo', rezaba el cartel que varios de los niños, vestidos con bolsas de plástico azul y algodones pegados al cuerpo para simular las nubes, llevaban colgado en la espalda. «Pero no te lo creas, un cielo es lo último que es esta criatura», bromeaba una de las madres que empujando el carrito de su hijo participaron en la rúa infantil de Carnaval que ayer se pudo ver por las calles de Jesús.

Resultaba realmente divertido observar una comitiva que avanzaba, como se suele decir, a trancas y barrancas. Mantener tranquilos, callados y controlados a niños de tan corta edad resultaba una misión realmente difícil, aunque entre los bebés que viajaban cómodamente en cochecito hubo alguno que incluso consiguió conciliar el sueño. Las profesoras de la guardería también se atrevieron a disfrazarse con vistosos colores, algunas incidiendo sobre el tema del Prestige y otras optando por el mundo del circo. Así, entre payasos y restos de chapapote, la pagana procesión continuó su marcha, primero ante las atónitas y finalmente tiernas miradas de los vecinos de la localidad y en todo momento bajo la vigilancia de la policía que controlaba el tráfico. Cuando poco después el grupo regresaba al centro infantil, el sol ya había salido y las únicas nubes que quedaban eran las que decoraban los disfraces.

Alrededor de 60 niños, muchos de ellos con tan sólo unos meses de edad, recorrieron las calles de esa localidad a media mañana y a pesar de que el cielo presagiaba lluvia. Las profesoras del Centro de Eduación Infantil de la localidad decidieron que este año una divertida rúa sustituyese a la habitual fiesta que se celebraba en el interior de la escuela.

La acogida a esta iniciativa fue, por parte de los padres, realmente entusiasta, ya que casi se podían localizar más cámaras de vídeo y de fotografía que niños en la comitiva de Carnaval; pero entre los verdaderos protagonistas, los niños, la respuesta fue desigual y mientras unos reían y correteaban dejándose medio disfraz en el camino, fueron muchos los que no pudieron contener las lágrimas ante un jaleo que les pilló por sorpresa. Unos desconsolados llantos que parecían oportunamente dedicados a la tragedia del Prestige, porque el chapapote fue uno de los temas escogidos para los disfraces del desfile. Una bolsa de basura, la leyenda del 'Nunca Mais' sobre sus trajes, varios peces y estrellas de mar de papel, e incluso conchas y mejillones cosidos al plástico, les sirvieron para realizar su particular apoyo a los afectados en Galicia.

S.Y.