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L a estauta del Pescador del Puerto de Eivissa, la Pagesa de la Cruz Roja o el Atleta con la antorcha del polideportivo de Blanca Dona son algunas de las obras más conocidas de Guillermo Terrasa, el escultor nacido en Binisalem que desarrolló el grueso de su carrera en Eivissa durante 41 de sus 66 años de vida.

Amante del mar, Terrasa ha sido ejemplo de artista autodidacta hecho a sí mismo a partir de sus aptitudes innatas para la transformación de la piedra. A los 12 años comenzó a trabajar en una cantera de Binisalem y años más tarde obtuvo unas nociones académicas del arte de la escultura en Bellas Artes de Palma. «Allí aprendió a dibujar y hacer los bocetos pero pronto superó en destreza a su propio profesor», recordó Maribel Juan, su viuda.

«Mi marido es uno de los pocos escultores que se ha atrevido a trabajar con la piedra viva», destacó su viuda, «y eso tiene mucho mérito, porque es un material muy difícil de esculpir ya que hace fuego cuando se trabaja», añadió antes de revelar que Terrasa hablaba con cada bloque de piedra viva antes de ponerse a sacarle forma. «Durante un mes se dedicaba a darle toquecitos con el cincel a la piedra para prepararla», sonríe esta mujer de mirada clara, orgullosa de la obra que ha dejado su esposo.

Emocionada al hablar de las esculturas, Maribel explica que el desembarco del escultor en la isla fue por motivos deportivos. «Guillermo vino a la isla para jugar como portero del Ibiza a principios de los 60. Nos conocimos y se quedó, pero no para seguir jugando como portero, pues no le pagaban lo suficiente, sino para trabajar con su otra pasión, la piedra», explica Maribel.

Guillermo Terrasa encontró en Eivissa la inspiración necesaria para realizar abundante obra, sobre todo figurativa: «Le gustaba trabajar lo que veía por eso la mayoría de sus trabajos son figurativos y con motivos muy de la tierra», señala esta mujer, que no puede evitar confesar que su obra favorita es la pagesa situada en los jardines de la sede de la Cruz Roja.

Pero además de las esculturas situadas en lugares públicos, cientos de las creaciones de Guillermo Terrasa están en manos de coleccionistas particulares. «Él hacía obras a su manera y sin seguir ningún tipo de pauta y los coleccionistas se las quitaban de las manos», recordó Maribel, que desea poder hacer en un futuro próximo una exposición con el patrimonio que ha dejado. E.Estévez

Guillermo Terrasa, que también se dedicó al negocio de las lápidas, tenía muchos proyectos en mente. Entre ellos una Virgen del Mar para el Puerto de Eivissa y un redero para Formentera que se quedó paralizado con el cambio de gobierno local. «Era una persona a la que le obsesionaba el mar por eso en Eivissa se ha encontrado siempre muy a gusto», explica Maribel.

A los dos años de su fallecimiento en su pueblo natal, Binisalem, el pleno del Ayuntamiento ha aprobado la propuesta de bautizar una nueva calle con el nombre de Escultor Guillermo Terrasa.En Eivissa, según cuenta Maribel, se ha barajado esa misma posibilidad, pero, señaló, «de momento el tema está un poco parado».

Uno de los momentos más importantes dentro de la carrera de Guillermo Terrasa fue el momento en que conoció al prestigioso escultor italiano Aligi Sassu, que tras ver en Mallorca algunas de sus obras viajó expresamente a Eivissa para conocer a Guillermo Terrasa. «Era otro de los pocos escultores que también trabajaba la piedra viva», aclaró Maribel. De ese viaje para conocer en persona a Terrasa nació una buena y larga amistad entre el italiano y el escultor ibicenco de adopción que viajó varias veces a la isla.