J. M. R.
El vicepresidente del Consell, Vicent Tur, y el coordinador de vicepresidencia, Marc Costa, iniciaron el viaje a Nuoro a las 7,30 horas y llegaron a su destino a las cinco de la tarde: diez horas para cubrir una distancia que en línea recta sólo duraría una hora escasa. Comprobaban así que el fin de la reunión para la que habían sido convocados, tratar los problemas de transporte de las islas, tenía fundamentos.

La mitad. El trayecto que hicieron fue Eivissa, Barcelona, Roma, Nuoro. Y en Roma se percataron del coste de la insularidad: el billete ida y vuelta para los residentes en esa isla italiana es de 90 euros ida y vuelta. A ellos, que por equivocación les sacaron desde Eivissa un billete de residentes, les costó 85 euros sólo la ida.

Residencia universal. Esa línea está cubierta por la compañía regionaMeridiana, y desde hace cuatro meses goza de «continuidad territorial» (para que no exista discriminación en relación al continente), de manera que hay una conexión diaria garantizada de siete vuelos con Roma a un precio cerrado de 90 euros, semejante al que costaría un billete de tren. De esa experiencia salió una propuesta analizada en el encuentro de Nuoro y que próximamente se desarrollará: la posibilidad de crear una «residencia universal» entre las islas del Mediterráneo que permita a todos beneficiarse del descuento.

Doble insularidad. Nuoro, al estar situada en el interior de Cerdeña, sufre una especie de doble insularidad. Su aislamiento «dentro del aislamiento» llamó la atención a Tur y Costa. También la «resignación» de su población, en parte porque no ven salida a la aguda estacionalidad, en parte como consecuencia del cierre de una petroquímica y el consiguiente paro: un 20 por ciento en la región.

En catalán. En el Alguer pudieron comunicarse en catalán. Lo hablaba, entre otros y plagado de arcaísmos, el gerente del aeropuerto, antiguo alcalde del lugar que había puesto los nombres de Mallorca y Menorca a dos calles y prometía bautizar algún día con el de Pitiüses a otra. Les sorprendió (segunda sorpresa) la fuerte protección a esa lengua del Gobierno italiano e, incluso, del catalán.