Los restos mortales del presidente del Consejo de Estado, Íñigo
Cavero, fueron inhumados ayer en el cementerio de Cintruénigo
(Navarra) tras una ceremonia religiosa a la que asistieron las
autoridades navarras y el secretario de Estado para el Deporte,
Juan Antonio Gómez Angulo, además de numerosos amigos y familiares.
Cavero, que murió el día de Navidad en Madrid a los 73 años de un
infarto de miocardio, era un asiduo visitante de las Pitiüses,
islas en las que decía sentirse como en su casa.
El pasado 15 de agosto recordó en una entrevista mantenida con
esta redacción que su padre venía a Eivissa desde 1954 y que desde
1971 era su lugar de veraneo: «Mis hijos se han hecho desde niños
ibicencos de corazón y mis nietos van por el mismo camino». Decía
venir a Eivissa a «descansar», a navegar y a disfrutar de la playa,
y que su rincón favorito era Cala d'Hort, así como algunas calas
del norte. Eso sí, expresó su tristeza por cómo se había
deteriorado con los años la bahía de Portmany, «que es la que tiene
más luminosidad».
Antifranquista, Cavero decía sentir «gran satisfacción de ver
plasmado el modelo de régimen político» que postulaba desde su
juventud, además de la Constitución, de la que fue uno de sus
padres. En otra entrevista concedida a este periódico (el 16 de
agosto de 2002), Cavero exponía su parecer sobre una de sus
obsesiones, el final de ETA: «Las amenazas de ETA son un argumento
más para asegurar que la banda se siente tutora de HB», dijo quien
desde 1996 era presidente del Consejo de Estado.
También juzgó de «enervante» que esa formación, «que no condena
la violencia, esté recibiendo fondos de todos los ciudadanos al
igual que cualquier otro partido». Cavero estaba al corriente de
los problemas de transporte que afectan a las Pitiüses y se
mostraba favorable a hallar una fórmula para que sean más
«asequibles».
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.