Miles de voluntarios continúan, incansables, con las labores de limpieza.

Es una vergüenza total lo que está pasando en Galicia, te dicen que no hay plazas para los voluntarios, que te vayas a otra localidad, cuando la realidad es que tienen capacidad para acoger a cientos de personas», cuenta Carmen López, una voluntaria ibicenca que ayer volvió de Ribeira, una localidad situada en la ría de Arosa. Carmen se siente impotente e indignada por lo que allí le ha sucedido.

«Cuando llamábamos desde aquí ya nos decían que no había sitio, pero como yo y otra compañera ya teníamos los billetes nos marchamos igual, con la idea de dormir en sacos si hacía falta», explica. Al llegar a Ribeira y acudir al Ayuntamiento solicitando indicaciones, se toparon con una rotunda respuesta: «Aquí ni necesitamos gente ni hay alojamiento, ir a otro sitio». Pero la realidad era muy diferente; un voluntario de Protección Civil guió a Carmen y a su amiga hasta el instituto Leliadoura, un centro, con capacidad para 78 personas en el que varios profesores llevaban de guardia dos días a la espera de que llegasen voluntarios.

Ellas eran las primeras. «Nos contaron que llamaban al Ayuntamiento, extrañados, y que les decían que no había llamado ningún voluntario», asegura. Esa situación, según Carmen, se repite en otros puntos. Es difícil comprender por qué sucede algo así, pero a pesar de todo esta voluntaria quiere volver de nuevo. El domingo por la mañana Carmen y su compañera se presentaron en la lonja de O Grove dispuestas a trabajar sin descanso, pero se dieron cuenta de que el día cunde mucho menos de lo que parece. «Hay que esperar a que baje la marea, luego te pones a limpiar y de repente sube y hay que irse. Al final, a la hora de comer comenzó a llover muchísimo y nos mandaron parar», recuerda. Pero si algo le impresionó fue el cariño de la gente hacia los voluntarios. Carmen explica que la gente de Ribeira las trataba «con muchísimo cariño».

S.Y.