Cuatro ciegos se acercan a un Elefante para saber cómo es, al
uno llega y entra en contacto con la trompa, que acaricia para
hacerse una idea. Un segundo toca una pata, el tercero la cola y el
otro la panza. Preguntados por qué es un Elefante, cada uno hace
una descripción que nada tiene que ver con las otras. Si de ahí
pasaran a discutir cual es la descripción más acertada del animal,
no conseguirían entenderse. Y el Elefante, la verdad, permanecería
ajeno a las estrechas interpretaciones que puedan hacerse de
el.
La realidad, estable, inmutable, como la imagen pesada y torpe
del Elefante, no puede ser vista, comprendida, por quien se pierda
en el detalle y no entienda sus propias capacidades de síntesis. El
Elefante representa lo esencial inmutable que reina sobre las
apariencias mundanas.
Como el Toro y la Tortuga, es otro animal que simboliza la base
que sostiene el mundo, dada su clara imagen de enraizamiento. En
este caso representa en si mismo al mundo ya que podemos ver en su
imagen a cuatro pilares aguantando una esfera. Este mundo andante
se convierte en un preciado trono para los reyes, dando imagen de
su poder y empuje. El Elefante ofrece también una idea de la
potencia de la líbido, unida aquí a una sugerencia de
templanza.
Este paquidermo grandioso se distingue por su obediencia, lo que
une el poder a la capacidad de adaptabilidad y servicio, de ahí que
se convierta en el guardián, en el protector ideal. Esta es la
imagen de Ghanesa, el dios hindú que tiene cuerpo humano,
rechoncho, cuatro brazos, y cabeza de elefante. La protección que
ofrece otorga paz, tranquilidad, suerte y prosperidad. Nada malo
puede suceder, el nos defiende.
Frederic Suau
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