SARA YTURRIAGA
A los cazadores no les gusta utilizar la palabra 'matar', prefieren hablar de 'capturar' o 'atrapar' las piezas; eso fue lo que hizo ayer el ibicenco Toni Roig, Malacosta, vicepresidente de la Sociedad de Cazadores de Sant Josep, quien se hizo con el primer puesto del XXIX Campeonato balear de Caza menor con perro, después de haber atrapado dos becadas y dos conejos. Él será, por lo tanto, el encargado de representar a Balears en el próximo Campeonato de España. Otro ibicenco, Juan Ferrer, quedó en segundo lugar y un mallorquín, Pepe Olivellas, en el tercero.

Ocho representantes pitiusos compitieron, durante cinco horas, junto a otros 35 cazadores procedentes de Menorca y, en su mayoría, de Mallorca. La jornada de caza comenzó a las 09'00 horas y la cita era en Es Furnàs, una zona de la isla en la que se unen dos cotos de caza, el de Sant Antoni y el de Sant Josep. El vasto y todavía virgen terreno se convirtió en tierra de todos, en una pista de competición donde cazadores de todas las isla lucharon, junto a sus perros, por conseguir el ansiado primer puesto. La mañana transcurrió casi con total normalidad y únicamente hubo que destacar la repentina indisposición de un cazador que se vio obligado a volver al punto de partida antes de tiempo y que por lo tanto quedó descalificado. Algo similar le sucedió a uno de los jueces que acompañan a los cazadores para controlar que la cacería transcurre según las reglas.

«Al poco de partir la expedición el juez que acompañaba al ganador del año pasado, que es un monstruo y está muy entrenado, tuvo que volver porque era incapaz de aguantar su ritmo», explicó el director de Competiciones Deportivas de la Federación balear de Caza, Pedro Mas. Finalmente todo se solucionó y al cazador se le descontó ese tiempo perdido. «Por eso siempre digo que el juez es lo más importante, si ellos fallan todo se viene abajo», apuntó Mas. Aunque la hora límite de llegada se había establecido a las 15'00 horas, una hora y media antes comenzaban a aparecer algunos de los cazadores.

José Vadell y Lorenzo Escudero, ambos menorquines, fueron de los primeros en volver y lo hicieron con las manos vacías. «Es mucho más difícil competir en un terreno que no conoces, pero nos damos por satisfechos sólo por haber pasado aquí el fin de semana», afirmaron. Junto a ellos descansaban, jadeando, Fai y Gupi, un setter y un bretón. Conforme se acercaba la hora límite, iba aumentando el número de personas congregadas alrededor de una torrada que servía para saciar el apetito de los deportistas. Y cada vez que un disparo sonaba a lo lejos, todos respondían con gritos de júbilo.