El reloj marca las 14'00 horas, un momento complicado en la agenda de cualquier familia. Sentar al niño en la mesa y conseguir que lleve día a día una dieta equilibrada es difícil, por no decir imposible, especialmente los días en que el menú incluye fruta o verdura. Pero hoy día son muchos los padres que, a causa de los intensos horarios laborales, no pueden permitirse el lujo de prepararles la comida a sus hijos. Una posible solución es que los niños se queden a comer en el centro escolar, un servicio que actualmente ofrecen seis colegios de Eivissa.

El comedor del centro concertado de La Consolación en Eivissa o el del Colegio Francés en Sant Josep acoge diariamente a una media de 100 alumnos, mientras que en el Colegio Público de Sa Blanca Dona sólo una veintena de niños pasan la hora de comer en el colegio. Con más o con menos alumnos, el servicio de un comedor escolar no incluye únicamente la alimentación, sino también el cuidado de los niños hasta que los padres vienen a buscarles.

El objetivo es siempre el mismo, conseguir que los alumnos coman de todo; para ello son los mismos empleados de los centros escolares, o en su sustitución los caterings, quienes preparan un menú que alterne platos de los más venerados entre el público infantil, como es la pasta o las hamburguesas, con otros casi siempre odiados, como es la verdura. «Una hermana es la que decide el menú de todo el mes y luego me lo enseña a mí para ver que me parece», explica la experimentada cocinera de La Consolación, María Bonet Trías, quien lleva ya 11 años detrás de los fogones del colegio.

Ayer, como siempre con la ayuda de Pascuala Segura, preparó sopa de caldo de pollo de primero, hamburguesas con lechuga de segundo (otros días la guarnición es de patatas fritas) y yoghurt de postre. María es enemiga de los congelados, que únicamente utiliza en el caso de los filetes empanados de merluza, el único plato «en el que aceptan el pescado». «La comida se trae cada mañana, nunca la guardamos en las cámaras" explica"porque yo cocino como si fuera para mis hijos». La directora del centro, Antonia Tur, comparte ese apego a lo tradicional y se niega a sustituir los platos de siempre por bandejas «de usar y tirar».