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J. M. R. Una variación respecto a pasadas tormentas: esta vez las cámaras también han enfocado barrios como La Marina, donde ese tipo de inundaciones, dicen sus vecinos, son inusuales. Unos, como una pastelera del puerto, decían que era la primera vez que el agua invadía su local. Otros, como los propietarios de una tienda de gafas, lo han padecido dos veces en seis años.

Una comerciante de la calle Xeringa explicaba que el año pasado el pestilente líquido que salía de las cloacas a punto estuvo de meterse en su tienda. Este año, sí, gracias a que tres imbornales de la zona no funcionan. En torno al Mercat Vell, el panorama era desolador: decenas de locales estaban con el agua al cuello.

La lluvia no ha afectado tanto a otros municipios. En Santa Eulària reventaron algunas alcantarillas, en Sant Joan se quedaron sin luz y hubo importantes desperfectos en los caminos rurales, y en Sant Antoni la calle Ramón y Cajal, en parte anegada, parecía un torrente. La tormenta limpió el West End antes que los barrenderos y todos los residuos se acumularon en el paseo marítimo.

En Sant Josep, la Policía Local recibió en un cuarto de hora siete llamadas de vehículos averiados en la carretera que une esa localidad con Eivissa. En Platja den Bossa dos establecimientos turísticos tuvieron que achicar agua y una cadena hotelera celebró una reunión de urgencia ante el cariz de la situación. Y en ses Salines, un torrente aisló, por enésima vez, a 140 vecinos.