Lágrimas dulces en un sepelio disparatado. Foto: E. ESTÉVEZ.

Un entierro en el que el muerto resulta estar vivo. Sus familiares y amigos hacen competiciones a ver quién llora mejor. Un repartidor de pizzas aparece en medio del velatorio para entregar la vianda que había encargado un hambriento fallecido. Un discurso sobre las virtudes del muerto que él mismo apunta... Todas estas situaciones disparatadas y cambios de papeles sólo se podían dar en una representación como la realizada el pasado viernes por la noche por los doce clowns que han participado en el último curso impartido por Eric de Bont en su centro de Sant Josep.

Reunidos en Cala Vedella y tras construir sus propias tumbas de arena, cada cual más personal y llamativa, los payasos, divididos en dos sepelios, improvisaron una representación ante una decena de personas a las que consiguieron provocar sonoras carcajadas en algo tan serio como un entierro. «Improvisan sobre la visión que tiene un clown de un funeral y la muerte. Y su reacción es igual a la de un niño, en la que cada uno de los protagonistas quiere ser el centro de atención de los demás llorando más alto y más fuerte, queriendo ser él el muerto o dando más besos al fallecido», explicó el promotor de esta actuación y director del curso, Eric de Bont.

El sepelio, que se prolongó durante aproximadamente una hora, contó con escenas graciosas en las que cada uno de los clowns, procedentes de Holanda, Italia y España, mostraron al público el lenguaje universal del payaso, cargado de sentimientos y emociones capaces de arrancar la sonrisa incluso en situaciones tan serias como la que ayer centraba la actuación. El acto finalizó con el «entierro» de uno de los componentes del público.