L as calles de la ciudad que quedan fuera de las correspondientes a la zona azul son el objetivo de cientos de conductores que cada día prefieren darse un pequeño paseo que pagar dinero por dejar estacionados sus vehículos. La dificultad por encontrar un hueco donde dejar el coche es mayor bajo estas circunstancias y la desesperación porque el prójimo no aparque en la plaza que se deja libre conduce a recurrir a objetos cada vez más llamativos para reservar el sitio hasta que se vuelva a ocuparlo. Cualquier remedio es bueno. En los últimos meses este periódico ha comprobado cómo los métodos de reserva no tienen límites.

Unos obreros recurrieron a las vallas con las que cubrían las obras que acometían en la calle para ganarse la ansiada plaza después del almuerzo. Otros fueron más allá y colocaron una bañera cercana a un contenedor de escombros, las bombonas de butano demostraron ser muy útiles también, como unas cabeceras de cama apiladas o una serie de sillas puestas en fila. Los supermercados y tiendas con vado permanente suelen optar por esta técnica ante el caso omiso que hacen los conductores a las señales de prohibición de estacionamiento. En estos casos las cajas en las que vienen embalados los productos o los carritos que sirven para transportarlos pasan a ser los remedios más usados.

Otros negocios también emplean el mismo método a pesar de que no tienen ni el vado y los conductores se desesperan con frecuencia ente ese atrevimiento. Es el caso de algunas casas de alquiler de motocicletas, que aprovechan las horas nocturnas para ocupar espacio con los vehículos y puedan estacionar los clientes junto a la puerta del establecimiento. El caso más extremo que vio este diario fue en la zona de la Marina, donde un vecino clavó dos maceteros de gran tamaño al firme para que ningún coche pudiera aparcar en ese lugar. Casos a los que se llega en ocasiones excepcionales.