La máscara, el confeti y las serpentinas representadas bajo la carpa municipal de Vara de Rey quedaron ayer por la tarde ensombrecidas por el luto que lucieron los que asistieron al velatorio por el entierro de la sardina. El Carnestoltes se despidió entre llantos desesperados de unos asistentes que se encontraban apenados por la muerte de la fiesta que durante casi una semana llenó de alegría las calles de Eivissa. Una despedida que culminó en el puerto con una sardinada a la que sumaron cientos de personas.
Tonos entre fúnebres y eclesiales sirvieron para que la gente se congregara poco a poco en el paseo Vara de Rey de Eivissa. Allí se instaló el velatorio en el que los asistentes pudieron expresar mediante quejas, lamentos y llantos su tristeza ante el final del Carnaval 2002. La sardina medía casi tres metros y reposaba sobre un ataúd diseñado para el tamaño de tal animal. Alrededor del mismo se situaron unas mujeres ataviadas de rigurososo luto, con velo incluido. De custodios estaban dos personas vestidas también de negro sobre unos zancos que portaban un pendón triste, como la ocasión así lo requería. La tristeza que imprimía los ritmos tétricos que se oían de fondo se vio más incentivada por los gritos desgarradores que constantemente ofreció la comitiva. Tras media hora velando al cadáver la comitiva emprendió rumbo hacia el puerto.
La banda de cornetas y tambores de Cruz Roja encabezó la marcha con un ritmo que recordaba a los pasos de Semana Santa. Con unos metros de separación de por medio transitaba después la banda del Patronato Municipal de Música que interpretó notas fúnebres clásicas, como una de Chopin. Mientras tanto, en el puerto las llamas que minutos después devorarían a la sardina comenzaban a presentar el grado de viveza suficiente como para dar calor al público que comenzaba a concentrarse en el lugar. Otras llamas calentaban en el mismo lugar las parrillas sobre las que se asarían las sardinas que servirían para olvidar la tragedia de la noche.
Al llegar al final del trayecto los componentes de la banda de Cruz Roja interrumpieron su labor para dejar que sólo sonaran los instrumentos de sus compañeros, los que llegaban con el pez difunto. «¡Ay, qué lástima!»; lamentos como este acompañaron al gesto seguido por los encargados de arrojar al fuego el cadáver de la sardina. El fuego no tardó en comerse el símbolo que ponía punto y seguido al Carnaval hasta el próximo 2003. Los pañuelos blancos de los asistentes al funeral se llenaron de lágrimas optimistas, ya que dentro de 365 días la fiesta regresará con el Carnestoltes. Y como vaticinio de este hecho los que participaron de la sardinada lo hicieron a ritmo de merengue, para que no decayera el ánimo.
200 kilos de sardinas, 150 litros de vino y 60 panes para ahogar las penas
Como el tono fúnebre de la convocatoria organizada ayer por la tarde tenía que acabar de una manera alegre la organización cocinó 200 kilos de sardinas que se acompañaron por 150 litros de vino y 60 panes. Las parrillas en las que se asaron se ubicaron junto a la gran hoguera que quemó la sardina que despidió el Carnaval 2002.
El reclamo de la sardinada trasladó hasta el puerto de Eivissa a centenares de personas, que además de sumarse a la despedida de la sardina quisieron pasar en familia un miércoles diferente del resto. Los que tuvieron frío lo soliviantaron acercándose más de la cuenta a las llamas, que actuaron de calefacción. Los más osados prefirieron entrar en calor con el merengue que sonaba de fondo para la degustación. Una cita familiar para ir pensando en el Carnaval de 2003.
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