El aparejador José Manuel Colldesbordó imaginación cuando certificó
las ampliaciones de cuatro viviendas de Can Castelló. En cada nota
registral aparece la descripción pormenorizada que realizó de la
distribución de las casas, auténticos palacetes si se confía
ciegamente en los datos que aparecen en esos documentos, aunque en
vivo y en directo de ellas sólo hay en pie el armazón de hormigón.
Allí donde sólo hay matojos y bloques, el aparejador vio -según
figura en las notas registrales de una de las viviendas de 215
metros cuadrados- un hall, una sala de estar, un comedor, una
cocina, una despensa, tres dormitorios, un baño, un aseo, tres
terrazas y un patio. Éste último sí se aprecia.
Otra, que según la nota registral tiene casi 400 metros
cuadrados, dispone (sobre el papel) de barra americana, tres aseos,
tres dormitorios y, por supuesto, el hall de rigor. De esas
viviendas, acabadas según el aparejador hace una década, una
dispone incluso de garaje, aunque resulte difícil apreciarlo en las
condiciones en que se encuentra. A simple vista tampoco se ven los
dos baños, ni se distinguen los dormitorios, ni el vestíbulo. Por
no haber, no hay ni puertas ni ventanas que cierren el recinto. En
algunos casos, incluso se nota que hace poco se construyó el techo.
Ninguna vivienda dispone, además, de la mínima superficie que se
necesita en suelo rústico (más de 15.000 metros cuadrados). La que
más, tiene 2.870 metros cuadrados, y hay dos de sólo 1.100 metros
cuadrados.
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