Unos personajes mágicos introdujeron desde las cinco y media de la tarde de ayer a los niños presentes en Vara de Rey la llegada del cartero de los Reyes Magos de Oriente mediante unos talleres didácticos repletos de magia. El buzón real se quedó después cargado de las ilusiones expresadas por los chavales en unos folios diseñados para la ocasión. El cartero llegó media hora después de lo previsto, sobre las siete, cuando los más pequeños ocuparon posic1iones frente al escenario ansiosos por expresar sus deseos a la figura que hará entrega de las cartas a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente.

Cientos de padres acudieron a la llamada del cartero real en Vara de Rey empujados por la ilusión de ver cumplidos los deseos de sus hijos para la noche de Reyes. Los duendes 'suonicks' del grupo de teatro La Fábrica de Sueños animaron a los asistentes con la organización de varios talleres -música, teatro, globoflexia, maquillaje y vestuario-. Las actividades se prolongaron por espacio de algo más de una hora, hasta que el reloj marcó el momento cumbre de la estrella: la llegada del cartero real. Pero antes, los animadores hicieron subir al escenario de la carpa municipal a los cien chavales que habían participado en los talleres, quienes subieron ataviados con los ropajes resultantes de las manualidades desarrolladas con anterioridad.

Algunos padres trataban de encontrar desesperados un bolígrafo y un papel para que sus retoños pudieran escribir los juguetes que querían, ya que por accidente la carta se había quedado en casa o pensaban que iban a tener la oportunidad de acceder a una en el lugar del encuentro con el cartero real. Éste apareció cuando sobre la tarima se terminaron de colocar los elementos necesarios para la recepción: cojines elegantes de color rojo, un trono y, como no, un buzón de tonalidad dorada con una corona en lo más alto. Aún así, el cartero no apareció en escena hasta que los pajes que le acompañaban despertaron los gritos de los pequeños, quienes llamaron la atención del protagonista de la tarde porque tenían muchas ganas de entregarle las cartas.

«¡Yo soy feliz!» fue el grito de guerra que unió a los cientos de niños allí presentes. Hasta que llegó el momento esperado. Los niños subieron de uno en uno al escenario donde, tras escuchar sus peticiones en viva voz, el cartero les invitó a depositarlas por escrito en el buzón real ubicado a su derecha. El proceso duró algo más de media hora. El sábado de madrugada los hogares cobrarán el protagonismo.