Cáritas atiende diariamente entre 20 y 40 personas que no disponen de medios económicos para salir adelante. El coordinador de Cáritas Diocesana, Jesús Díaz, hizo hincapié en la delicada situación de personas sin trabajo, una vez que han finalizado la temporada turística y sus condiciones especiales: «La inmensa mayoría de los inmigrantes que vienen se encuentran en la calle», señaló. Además, destacó el aumento registrado en comparación con otros años.

Muchos de los solicitantes de estos recursos son de Sudamérica y, de éstos, un porcentaje muy elevado es de origen ecuatoriano, aunque también atienden a chilenos, argentinos, colombianos y bolivianos. Por Cáritas también pasan inmigrantes de origen rumano, yugoslavos e incluso ingleses, alemanes y norteafricanos.

El coste de la vivienda constituye un verdadero problema: «Tratan de buscar una casa de alquiler, pero los precios son prohibitivos para la mayoría», afirmó. Explicó que «alquilan un piso entre cuatro o cinco personas, pero cuando el casero se entera los rechaza». Pagar un alquiler tan elevado resulta imposible, «porque para hacerlo no les queda más remedio que juntarse varias personas. Es la pescadilla que se muerde la cola».

A estas circunstancias hay que sumar otro hecho que agrava las condiciones de vida: la finalización de la temporada turística. «En esta época es muy difícil encontrar un trabajo», añadió y recordó que otro obstáculo es que no tienen el permiso de residencia ni trabajo, ya que muchos entran al país con un visado de turista. Cáritas facilita medios para que puedan seguir adelante, como ropa y alimentos. Ante la falta de trabajo, Cáritas Diocesana organiza unos talleres para becarios, pero dirigidos a residentes en la isla que tienen una dificultad para su reinserción laboral. A través de la formación, la institución logra que los becarios dispongan de un trabajo. Jesús Díaz asegura que con estos talleres «muchos de los becarios encuentran un trabajo».